Teniendo en cuenta los inconvenientes que rodearon a la producción es hora de preguntarse si el filme podría adquirir importancia, o si era más bien un rejuntadero frankestiniano.
Es difícil hacer un análisis profundo y original sobre El turista, y por eso me voy a concentrar más que nada en las expectativas previas sobre el filme. Más que nada por parte del público en general y buena parte de la crítica (entre los que me incluyo en cierta forma). Es que los nombres de Florian Henckel von Donnersmarck (director de La vida de los otros, ganadora del Oscar a Mejor Película Extranjera en el 2007), Angelina Jolie, Johnny Depp, más Paul Bettany, Timothy Dalton y Steven Berkoff en el reparto, James Newton Howard (Sexto sentido, ER, El protegido) en la composición musical y Christopher McQuarrie (Los sospechosos de siempre) como co-guionista podían generar alguna clase de expectación. Pero si nos ponemos a pensar en, por ejemplo, el realizador, de quien dicen algunas fuentes confiables que su película más famosa (no la vi) está un poco sobrevalorada; o en Depp, quien últimamente viene mostrándose muy proclive a repetir su papel de freak cool; o en Jolie, quien nunca fue una gran actriz, posee una belleza que nunca pasó de lo vulgar y que últimamente hasta parece avejentada.
A partir de eso, y teniendo en cuenta los inconvenientes que rodearon a la producción (varios cambios de protagonistas, directores que se fueron y volvieron, unas cuantas reescrituras), más algunas declaraciones no del todo afortunadas (Jolie diciendo que básicamente se unió al proyecto porque el rodaje iba a ser rápido y en una ciudad como Venecia), ya es hora de preguntarse si el filme podía adquirir importancia, o si era más bien un rejuntadero frankestiniano.
Por eso, a veces, no está del todo mal tener cero expectativas. Uno hasta puede disfrutar de la actuación de taquito de Depp, el cuerpo de Jolie, la solvencia de tipos como Bettany, Dalton y Berkoff, algunos paisajes muy lindos de Venecia filmados con bastante elegancia, algunos pasajes juguetones de la banda sonora de Howard y ciertas secuencias que coquetean con Hitchcock (no pasan de eso, el filme apela a una intertextualidad inteligente con el cine del gran maestro británico).
El turista es eso, no mucho más. No ofende a nadie, pero hace pensar si este cine vacuo, inofensivo, cómodo, no termina siendo como esos bares de Recoleta donde el mismo café de siempre cuesta el triple. Para eso, mucho mejor un filme básico, elemental, pero entretenido y vital como La estafa maestra, donde Venecia, mostrada a toda velocidad, es mucho más fascinante y hasta romántica.