Vin Diesel no es Tom Cruise
Desde hace ya un rato largo, Vin Diesel viene recorriendo un camino parecido al de Tom Cruise, buscando desde la actuación y producción ir construyendo una mirada propia que lo revele como autor, como alguien que piensa su carrera, su estatus de estrella y su forma de pararse dentro del ámbito cinematográfico. Pero mientras Cruise es alguien con un punto de vista muy elaborado sobre los géneros que transita, que sabe complementarse con los cineastas con los que trabaja y que encima es consciente de que él es una parte de todo el proceso de desarrollo de un film, Diesel sólo piensa al cine desde la mera acumulación visual y las redes sociales, no le da un rol preponderante a los realizadores que lo dirigen y rara vez es capaz de desempeñarse en función de un conjunto que lo trascienda.
Por eso no es raro que el mismo año en que Cruise estrena esa obra maestra que es Misión: Imposible – Nación secreta, Diesel nos trae este film desaliñado que es El último cazador de brujas, que quiere sentar las bases para una franquicia pero termina revelándose como agotada ya en su primera entrega. Lo que sí es llamativo es que ambas películas fueron indudablemente muy pensadas en sus procesos de producción, pero mientras que la protagonizada por Cruise posee un espíritu liberador, como si la poseyera la pureza de la espontaneidad aún en su guión calibrado al milímetro, la de Diesel parece desde un principio atrapada por el cálculo, por la necesidad de estar explicando el mundo que intenta delinear a cada rato, desconfiando del poder de la imagen y de esa maquinaria que es el cine.
Y es una pena, porque había a priori elementos interesantes y atrayentes en esa historia centrada en Kaulder (Diesel), un guerrero que en el mismo momento en que asesina a la Reina Bruja, es maldecido por esta con la inmortalidad, teniendo que dedicarse a cazar brujas durante siglos y siglos. Estaban elementos vinculados a lo sobrenatural, lo horroroso, lo misterioso, lo tentador y lo maldito, con toda la mitología de la brujería a disposición. Pero no, todo debe tratarse de Diesel -en modalidad canchera permanente, como si no pudiera trascender su papel de Dominic Toretto en la saga de Rápidos y furiosos- y lo que gira a su alrededor es de cartón corrugado. El último cazador de brujas es una película plagada de artificiales efectos especiales que le restan verosimilitud y diálogos explicativos donde demuestra que se piensa dirigida a un público incapaz de entender lo que sucede en la pantalla sino es mediante la palabra.
Condenada casi desde su comienzo al aburrimiento y la intrascendencia, con un director como Breck Eisner que hace lo suyo en piloto automático, un elenco donde nombres como Rose Leslie, Michael Caine y Elijah Wood tienen un fin meramente decorativo y un protagonista que jamás crea empatía en sus dilemas, dolores y aventuras, El último cazador de brujas es parte de ese Hollywood que concibe todo como un producto de fábrica, sin amor por lo narrativo. Y nos vuelve a confirmar que Diesel no es Cruise: al primero le falta la locura y el atrevimiento del segundo.