Ridley Scott con su sapiencia acumulada, desde 1977 cuando presento su opera prima, también de de duelos y obsesiones, nos brinda una superproducción con muchas virtudes, y de alguna manera completa un ciclo. Es una historia verdadera, de Paris, del 1300, que fue escrita por Eric Jager pero para llevarla al cine adoptó la idea de Kurosawa, en Roshomon, de cortar desde diferentes personajes una misma historia. Matt Damon se hizo cargo de su propia historia. Ben Afleck del punto de vista del personaje de Adam Driver. Y Nicole Holofcener del tercer y máas importante tramo, del personaje de Jody Comer. La película comienza con un enfrentamiento medieval casi en desuso para la época, un último duelo a muerte. Se enfrentan dos compañeros de armas, amigos que luego por cuestión de propiedades, de hombres que no tienen matices, terminan enfrentados. Primero por territorios y ambiciones. Segundo por injusticias de favores de nobles. Y tercero por una mujer, esposa de Jean de Carrouges (Matt Damon) que denuncia haber sido violada por el rival de años de su marido Jacques Le Gris (Adam Driver). Una mirada de empoderamiento femenino en un mundo de hombres que consideraban a la mujer como una propiedad más. La denuncia de violación es tenida en cuenta porque se considera una ofensa para el marido. El marido le cree a su esposa porque le permite arremeter con todo contra el hombre que mas odia. Este nunca consideró la violación sino una negativa actuada según las normas de la época, en definitiva un consentimiento. Hasta que llega la voz de la víctima. Un interesante, aunque largo juego de detalles de una historia que se cuenta tres veces con sutiles diferencias y en un mundo cerrado por convenciones y conveniencias. También hay increíbles escenas de acción y todas se sienten verdaderas, lejos de los efectos especiales, cerca de la solidez de construcción de cada momento. Jodie Comer y Adrian Drives brindas sus mejores actuaciones.