Ustedes tal vez no lo recuerden, pero allá por 1977 Ridley Scott debutaba en la dirección de largometrajes -ya era un afamado director de cine publicitario en Inglaterra, junto a Alan Parker y a Adrian Lyne- con otra película de época, que también transcurría en Francia, pero en 1801, y que se titulaba… Los duelistas.
Ahora estrena El último duelo, y no es el momento de abrir un arco sobre lo que hizo y significó el director de Alien, Blade Runner y Gladiador, entre otros filmes, en la renovación del cine.
Es hora de abocarnos a la película que coescribieron Matt Damon y Ben Affleck, junto a Nicole Holofcener (Una segunda oportunidad, con James Gandolfini; ¿Podrás perdonarme?), sobre un hecho real que marcó, como indica el título, el último juicio por combate a duelo en Francia.
Fue en 1386, y la disputa se libra porque Marguerite (Jodie Comer, de Killing Eve y Free Guy), esposa del caballero Jean de Carrouges (Damon, en un rol que no era para él: no resulta creíble), dice y jura ante el rey Carlos VI que el escudero Jacques le Gris (Adam Driver, demostrando que es el más versátil de todo el elenco) la violó.
Vidas en juego
Hoy puede parecer ridículo, pero por aquel entonces si Jean vencía en el duelo a Jacques demostraría que el escudero era culpable. Pero si el que terminaba muerto era él, Marguerite iba a ser prendida en la hoguera, porque habría mentido. Y ya la habían humillado.
Así se llega al desenlace, pero mucho antes -la película dura dos horas y media- asistiremos a los relatos, las versiones de lo que en verdad sucedió, de acuerdo a lo que dicen Jean, Jacques y Marguerite, en ese orden.
Nada de las damas primero. Es más: en el filme queda clarísimo que Marguerite es siempre un objeto. Primero, de su padre, y luego, de su esposo.
Bien dicen que menos es más, y tal vez si nos hubieran ahorrado una de las tres versiones de la misma historia, bastaba. Más si a una de ellas (las tres empiezan con el título “La verdad según…”) le disfuman el nombre del personaje que la cuenta, y queda claro que ésa, y no otra, es la verdad.
Como en Rashomon, del maestro Akira Kurosawa, que distintos personajes dan su versión de una violación.
La película es, por momentos, como una telenovela de la tarde, con romance, traiciones, engaños, mentiras y soliloquios explicativos. Por suerte Scott está allí, para que en las escenas de acción, de batalla y de combate cuerpo a cuerpo haya vigor, fiereza y copos de nieve, o gotas de agua, o sangre o barro salpicando el encuadre. Pocos realizadores, y a sus 83 años, filman como él.
También está Ben Affleck, quien iba a interpretar a Jacques Le Gris, pero por problemas de agenda sólo se tiñó de rubio y se quedó con Pierre, el noble, un papel más chico, pero relevante.