Bo elige bien la trama, construye correctamente el personaje pero falla a la hora de definir la organización dramática.
Esta ópera prima de Armando Bo tiene elementos para ser muy potente. Un personaje bien compuesto dramáticamente y con un actor (no actor) que logra asirlo con profundidad; el encuentro entre la marginalidad y el deseo en esos bordes de la realidad, que suele ser muy productivo narrativamente; y una niñita que maneja sus propios tiempos como una actriz profesional. El problema central es que el joven Bo decidió hacer una película pautada por la narrativa clásica hollywodense y pensada probablemente para el mercado de EEUU, pero articulando en ella iconografías y recursos del cine independiente latinoamericano. Es por ello que el resultado es un melodrama que exagera lo que debería manejar con sutileza y banaliza realidades y relaciones.
Por momentos la película podría haberse llamado Papá es un buen tipo y contar la historia de un hombre descarrilado por sus locos sueños que puesto a ejercer la paternidad encuentra su camino. Carlos Gutierrez es Elvis. No se siente, no se disfraza, no se imagina, no camina como y mucho menos canta como. Él es Elvis. Lo conocen en este mundo suburbano con otro nombre, pero eso es puramente contingente. Su camino, por lo tanto, no puede ser otro que el del rey de Memphis. Una hija algo abandonada se interpone momentáneamente en su camino y le permite dudar de su identidad y su destino. Bo resuelve todo con absoluta liviandad, al mejor estilo salvataje de último minuto.
A pesar de la simpleza del guión, que reniega de lo patológico del personaje, del exagerado trabajo de la dirección de arte por dar tono miserable a toda imagen y “exotismo latinoamericano” a todo escenario, la película se sostiene y por momentos logra atraer. La potencia del personaje encarnado notablemente por McInerny y las circunstancias en que el mismo se constituyó y desarrolla, alcanzan para sostener el film. Porque además de componer físicamente (no por lo parecido, sino por lo agobiado) el actor debutante canta con precisión y sentimiento algunos de los más conocidos temad de Elvis. Algunas cuestiones formales muy bien trabajadas como la presencia permanente del auto llamado Lisa Marie y la extraña concepción de película de carretera filmada en un pequeño espacio del conurbano, brindan marco y estructura narrativa y poética.
Bo elige bien la trama, construye correctamente el personaje pero falla a la hora de definir la organización dramática. Apuesta por un melodrama superficial y personajes estereotipados y poco trabajados (la madre, por ejemplo). El cuadro final, con los dos planos visuales y la música incidental, hablan por si solos.