El útimo Elvis

Crítica de Federico Rubini - Cinematografobia

CON LAS MEJORES INTENCIONES
El retorno del rey

El actual Armando Bo es nada más ni nada menos el nieto del legendario Armando Bo, aquel conocido director, escritor y actor nacional de las décadas del '60 y '70. Este sucesor homónimo desarrolló gran parte de su formación como director de comerciales, y comenzó su carrera en el cine como co-escritor del guión de Biutiful (2010), de Alejandro González Iñárritu. Sin más preámbulos, escribió (también junto a Nicolás Giacobone, su colega de Biutiful ) y dirigó El último Elvis , su ópera prima. El film es un caso particular, ya que fue exhibido en la función de apertura del BAFICI, pero al mismo tiempo se trata de uno de los estrenos nacionales "tanque" de la temporada, es decir, es una producción de gran presupuesto, en la que están involucradas productoras como Telefé Contenidos o hasta el mismísimo Iñárritu. La calidad técnica del film da cuenta de ello: la fotografía es impecable, la cámara elaborada y compleja (la película cuenta con varios planos secuencia de excelente factura), una dirección de arte y diseño de vestuario insuperables y la banda sonora potente. Es por ello que las principales falencias de esta película no radican allí, en los rasgos técnicos, sino en el guión, en la estructura y desarrollo del conflicto. Por momentos, Armando Bo descansa demasiado en la interesante premisa que precede a El último Elvis , en lo llamativo de su argumento y de su personaje protagónico, y deja de lado el desarrollo dramático de la narración, dando lugar así a un film irregular e inconsistente que, aunque funciona, se encuentra plagado tanto de hallazgos como de desaciertos.

El vestuario, la iluminación, la fotografía y la interpretación de John McInerny como un Elvis decadente son admirables.
La película tiene como protagonista a un imitador de Elvis de nombre Carlos Gutiérrez (John McInerny, uno de los mejores imitadores argentinos), y narra la vida de este personaje que de día trabaja en una fábrica, ninguneado por su jefe, y de noche se convierte en el "Rey", en el mismísimo Elvis, ya sea en el escenario de un bar poco concurrido, en un Casino o en un geriátrico. En constante conflicto y contrapunto con esto, se nos narra su vida familiar: divorciado de la que alguna vez fue su esposa, Alejandra (Griselda Siciliani), y con una hija pequeña, Lisa Marie (Margarita López), con la que le cuesta conectarse. Así, el protagonista sufre de una crisis de identidad intensificada por ambos flancos: su ausencia como Carlos Gutiérrez, padre de Lisa y ex marido de Alejandra, y su anhelo de ser Elvis Presley, una de los músicos más influyentes del rock. Es entonces que sucede algo inesperado: Alejandra y Lisa tienen un accidente de auto. Su hija recibe sólo un golpe en la cabeza, pero su ex mujer queda internada, en coma y con graves lesiones físicas. Así, Carlos es literalmente forzado a hacerse cargo de su asunto, de cuidar a su hija y convivir con ella, y Alejandra pasa a ser su máxima preocupación. Esta vida, sin embargo, va en contra de su don natural, su otra vida, su pasión.
El film, como dijimos al comienzo, posee una estructura un tanto irregular (si pensamos en términos narrativos, es muy similar a la propuesta de El luchador (2008), de Aronofsky). Ya desde el comienzo, que se encuentra planteado de una manera sumamente interesante, la narración va a las corridas, a los saltos, como queriendo ganar tiempo para que el corte final de la película dure menos (apostaría por ello). El relato se ve entorpecido por este apuro para introducirnos al personaje y a su contexto, y así saltamos de situación en situación sin respetar los tiempos internos de esas escenas, que se encuentran desaprovechadas. Y este apuro evidente en los cortes y en la progresión dramática luego se estanca, hacia el final de la película. Pierde muchísima fuerza, muchísima vida que había logrado transmitir, y el crecimiento dramático se ve truncado sin motivo alguno. Lo más destacable del film son las escenas musicales, con sus planos secuencia (el del principio, por ejemplo, logra crear una escena grandiosa, y es brillante en los tiempos que maneja, y su fotografía y encuadre son perfectos), justamente porque en ellas Bo se detiene, como si supiera (o quisiera hacernos saber) que allí radica lo más interesante de la película. Si hubiera usado este mismo ritmo para todo el metraje (y quizá quitado un puñado de escenas que no suman nada a la trama) estaríamos ante una muy buena película. En todas estas secuencias musicales, la voz e interpretación de McInerny es fantástica, lo cual juega en contra de su actuación. Por ley de contraste, esa ductilidad que muestra al momento de estar sobre un escenario y cantar no es la misma que encuentra en la actuación, en su papel como Carlos Gutiérrez. Así, sus diálogos son forzados y sus líneas no suenan muy convincentes. Por otro lado, las actuaciones tanto de Griselda Siciliani como de Margarita López son buenas, bastante sólidas en sus personajes (sobretodo la niña) aunque no destacan en demasía. Un ingrediente divertido de El último Elvis es ver y asociar todos los rostros de los viejos rockeros que se suceden en la pantalla con personalidades reconocidas de la música, como John Lennon, Iggy Pop o hasta el mismísimo Charly. Sus intervenciones en una fiesta o en el reclamo de dinero ante el sindicato aportan frescura y humor.

Griselda Siciliani en un papel en el que aporta lo justo y necesario sin destacarse en lo absoluto.
Pero volviendo a la estructura narrativa, la mayor deficiencia se encuentra en el final. En esa especie de epílogo prolongado (que en realidad funciona como resolución de todo lo planteado en la película) que resulta débil, raquítico y sentimentaloide. Puro capricho, no se encuentra justificado, funciona casi como un deus ex machina , en el sentido de que todo se resuelve en una conclusión que es completamente ajena a la trama, a la evolución de los personajes, al desarrollo dramático que habíamos presenciado hasta el momento. Lo que se propone a sí mismo como un íntimo sacrificio, como un acto emotivo propio de un héroe (o un antihéroe, en este caso) resulta un recurso articulado a contrapelo de la historia, con el único objetivo de crear un final colosal, magnífico, tremendo, glorioso y trágico dentro de una historia que hasta el momento se había presentado como humilde, sencilla y sinceramente emotiva. Bo falla en combinar esa vida de Elvis con la vida "familiar" de Carlos, y allí está el problema. Ambos universos, desde el comienzo, son incompatibles (o al menos así son presentados), y el director pareciera que nunca termina de decidir entre ambos.
Igualmente, y hace falta repetirlo, es un film que funciona, y eso no es poco decir.