Yo y mi otro yo
La ópera prima de Armando Bo, nieto del controvertido director argentino, aborda el derrotero personal de un imitador de Elvis Presley que es devorado por el propio personaje, de la misma manera que una araña lo hace con una mosca.
Elvis (como quieren que lo llamen) se gana la vida trabajando de “imitador” del gran Elvis Presley. Sus días pasan entre la indiferencia por el mundo circundante y algunos shows que parecieran ser lo único que hacen sentirlo vivo. Separado y con una hija pequeña su vida se tornará caótica cuando su ex mujer sufra un accidente y quede inconsciente. Entre eventos, pagas miserables, una hija que no lo siente su padre y una vida que ya no es lo fue, "Elvis" irá mutando en el verdadero "Elvis" hasta llegar al límite de lo extremo.
El último Elvis (2011) se divide en dos puntos de abordaje. El primero es el de la disfuncionalidad familiar reflejado de la misma forma que lo hacen en cierto punto las típicas comedias independientes norteamericanas como pueden serlo Historias de familia (The squid and the wale, 2005) o Pequeña Miss Sunshine (Little Miss Sunshine, 2006). Para esto se emplea un tono melodramático pero sin olvidarse de la ironía y cierto humor negro. Mientras el segundo punto y el fundamental de la trama muestra a un hombre que a lo largo de la vida irá actuando de la misma forma que lo hizo aquel al que durante tanto tiempo se dedicó a imitar y que terminó por fagocitar su verdadero yo.
Armando Bo, junto a su coguionista Nicolás Giacobone, quienes ya habían trabajado juntos en el guión de Biutiful (2010), del mexicano Alejandro González Iñárritu, vienen de la escuela de un cine narrativo, de composición de personajes aunque sin descuidar una puesta en escena que vira entre la suciedad de la imagen y el estilo cool, elementos que sin duda le sientan más que bien a la historia que se propusieron contar y que logran hacerlo sin ningún tipo de fallas.
El último Elvis tiene algunos ítems que valen la pena destacar como es el uso de la música y su crescendo a medida que la historia avanza desde la composición dramática del personaje de Elvis. En la primera parte ésta será más bien suave mientras que en la segunda se volverá estruendosa, no en forma brusca sino paulatinamente a medida que los cambios en el personaje central se hagan más evidentes y se vaya acercando al desenlace.
Si hay un mérito en la dirección y el guión también lo hay en lo actoral. Es el platense John Mclnerny quien dejará a más de uno boquiabierto con su genial interpretación. Un actor que logra olvidarse de la cámara para construir un personaje contradictorio capaz de generar apatía y empatía al mismo tiempo, al que resulta imposible juzgar por cada una de las decisiones que toma en su vida por más radicales que parezcan.
Con la impronta del cine independiente americano, El último Elvis es una película chica desde la producción pero grande en los sentidos estéticos y narrativos. Está bien contada, bien actuada, bien dirigida, técnicamente es impecable y con el plus de tener un soundtrack de temas de Elvis Presley en la voz de John Mclnerny para el deleite de los oídos de los melómanos más exigentes. Una de las grandes sorpresas del cine argentino de 2012 que vale la penar ver.