Tocala de nuevo, Elvis
A poco de correr "El último Elvis" ya estamos sorprendidos.
Hay varios factores que se conjugan para que uno sienta que está disfrutando de un producto cinematográfico muy sólido, pero fundamentalmente lo que asombra es la contundencia y la claridad con las que el director Armando Bo, en éste, su primer film, despliega las imágenes.
Bastan unos pocos minutos para que uno sienta que es una Opera Prima en la que el director hilvana minuciosamente las diferentes escenas y que le encuentra a cada una de ellas un sentido directo para ir llevando al espectador al clima en el que quiere internarnos: ese ritmo de blues y melancolía pocas veces visto en el cine nacional.
Sin caer en los golpes bajos ni en los grandes discursos, Armando Bo -autor también del guión conjuntamente con Nicolás Giacobone- nos cuenta la historia de Carlos Gutiérrez, alguien que niega rotundamente su identidad y atraviesa su vida como si fuese Elvis.
Poco importan las horas que pasa como obrero de una fábrica, poco importa que su ex lo baje en todo momento a la realidad y que su vida personal se acerque cada vez más al vacío. El sigue siendo Elvis, pero justamente como señala el título es el último Elvis, ese del final: excedido de peso, sudoroso, malhumorado, quebrado por todos los costados.
Y Carlos hace rato dejó de ser Carlos, si es que alguna vez haya logrado serlo.
Carlos ES Elvis.
Y todo lo que hace en cada movimiento cotidiano de su vida -que se refleja en esas imágenes que lo transmiten todo con sólo ver su intimidad-, será en función de eso: dejó hace un buen rato de vivir su vida para comenzar a vivir la vida de un otro.
Como dice en algún fragmento del film "Dios quiso que tuviera su voz y yo no hice más que aceptarlo". Atravesando ésto como una especie de designio divino, como imbuido en un cierto misticismo de su referente, en un forma particular de Vía Crucis personal, Carlos irá recorriendo cada una de las estaciones de la vida de Elvis, tal como él las ha recorrido.
Come lo mismo, tiene una hija que también se llama Lisa Marie, parece anclado en los sesenta en su ropa, en su manera de andar, en su auto, no hay para el ningún programa de televisión más que ver sus recitales, sus entrevistas, sus películas, escuchar permanentemente y tararear sus canciones.
Su admiración, su potencial para imitarlo se transforma en una especie de obsesión ciega que no se detiene por ningún otro suceso de su vida.
Aún cuando un accidente grave en su vida personal intenta cambiar el giro y su modo de vincularse con su hija y su ex mujer, nada hace que Carlos detenga su marcha y cada vez encuentre en la figura de Elvis y en cada detalle de la vida de Elvis uan especie de paradigma, único motivo para el cual seguir viviendo.
La película tiene muchos puntos meritorios. Como ya fuese dicho una dirección con un pulso seguro y que sabe lo que quiere contar. Por otro lado, un guión que corre en el mismo sentido, evitando obviedades, mostrando cada uno de los detalles y las particularidades para poder pintar con diferentes pinceladas muy pequeñas, todo el mundo de Carlos, el mundo de su Elvis.
La sinceridad de los diálogos, la honestidad de las situaciones, la franqueza y la seguridad con la que se abordan los diferentes temas que lateralmente examina el guión, son sin duda el mérito de una cuidada forma de narrar que han elegido los autores, que se plasma además con un elenco ideal para contar esta historia.
John Mc lnerny es Carlos, pero fundamentalmente crece, se agiganta y respira cuando es Elvis.
Su actuación es impecable, y logra hacernos sentir la crisis de no poder escapar al designio de vivir otra vida que no es exactamente la suya. La imposibilidad de echar raíces en sus afectos y la necesidad de refugiarse en otro para vibrar con deseo y con pasión.
Carlos/Elvis vive de acuerdo a su pulsión, a su irrefrenable pasión y aunque en ciertos momentos sus decisiones bordeen el delirio y el desconcierto, no hacen más que mostrar claramente que nuestro protagonista aparece atrapado en ese otro que quiere ser y que le resulta sumamente difícil encontrar una salida.
Con muy pocas escenas pero con un personaje que resulta atractivo cada vez que aparece en pantalla, Griselda Siciliani compone a una Priscilla/Alejandra que hace lo que puede para seguir adelante con su hija (muy tierna composición de Margarita López, que va creciendo a lo largo del filme) a pesar de tener que lidiar con ese Elvis que ella misma lo marca como un gran error en su vida.
Intensa, llena de sutilezas y con una apoyatura técnica de primer nivel (excelente fotografía y una banda de sonido impecable llena de los grandes éxitos de El Rey -la versión de "Melodía desencadenada" en el Bingo realmente quedará como un icono del nuevo cine argentino, seguramente-) "El ültimo Elvis" ha sido película de apertura en el ultimo Festival de Cine Independiente de Buenos Aires, ha sido selección oficial en el Festival de Sundance y seguramente tiene una larga carrera por delante.