¿Era necesario?
Que un film que se llama El Último Exorcismo tenga una secuela ya nos garantiza un arranque, por lo menos, dudoso. Pero las ansias del publico amante del genero del terror, y más aún cuando este involucra posesiones y ritos para purificar, son a prueba de toda lógica y nunca se le niega la oportunidad de encantarnos.
Si bien la primer entrega no era una joya cinematográfica se dejaba ver y hasta disfrutar si uno no tenía demasiadas expectativas, pero salía indemne del mayor de los pecados: caer en lugares comunes.
Esta segunda entrega hace todo lo contrario y peor aun: la utilización del lugar común no logra siquiera asustarnos y eso si que es imperdonable. El publico amante del cine de terror puede perdonar casi todo: malas actuaciones, guiones débiles, dudosos efectos, raquíticos presupuestos; pero con lo que es estricto es con la falta de reacción alguna . Y en esto radica la mayor falla de este film producido por Eli Roth y dirigido por Ed Gass-Donnelly: no genera nada. Ni suspenso, ni terror, ni siquiera una tímida risa.
La acción se sitúa unos años después del exorcismo que se realizara en la primer entrega, con una tímida y cándida Nell Sweetzer (Ashley Bell) ahora viviendo en una residencia de jovencitas donde de a poco tratara de lograr una inserción laboral y social luego de su traumática experiencia. Sin embargo las visiones y las entidades de su pasado volverán a aparecer tornando su endeble salud mental en un recuerdo. Asi las entidades que otrora la poseyeron volverán a su vida y, nuevamente, Nell deberá enfrentar la realización de ritos para expulsar definitivamente (roguemos que así sea) al espíritu indeseado.
Esperemos que finalmente este demonio sea expulsado no solo del cuerpo de Nell sino por sobre todo de la pantalla de los cines. Su presencia es un autentico pecado cinéfilo.
@Cariolita