Amor infernal
Las películas sobre posesiones infernales marcaron una era en el cine de terror desde la mítica El exorcista (1973), de William Friedkin. A este filme se lo exprimió por donde se pudo con resultados más que disímiles. Y en los últimos años se fatigó el recurso del falso documental.
Una apenas correcta primer par- te con El último exorcismo mostra- ba al reverendo evangélico Cotton Marcus (Patrick Fabian) desenmascarando las mentiras de los ritos que hacía. Y como despedida de su ministerio decide socorrer a una familia granjera: terminó participando de su peor experiencia frente al Mal a través de la joven Nell Sweetzer (Ashley Bell, buena actuación) quien sobrevivió ante el poder infernal de Abalam, un demonio embarazador.
Muchos años después, la des- dichada muchacha busca rehacer su vida en Nueva Orleans, donde trabajará en la limpieza de un hotel junto a un grupo de cachondas amiguitas. Los vestigios con el pasado es lo único que la acecha y asusta, tanto a ella como -seguroa los espectadores. Esta película de Ed Gass Donnelly (This Beautiful City) coquetea más con el suspenso que con el terror, los sustos llegan gracias a los poderosos flashbacks demoníacos que tiene Nell, imágenes repentinas donde el chirriante sonido desde el más allá estremece.
La negación de la joven hacia Abalam se asimila con la del di- rector en recaer en la típica película de exorcismos (excepto en la escena de la levitación): acá la protagonista no se retuerce ni blasfema, sino que será seducida constantemente por esa sombra que la persigue, Abalam está "ca- liente" con la muchacha. Los que están cerca de Nell le vaticinarán su cruel destino a través de convulsiones, voces extrañas en el teléfono, la radio, sacrificios ("nunca te podré amar como él", dice su noviecito quien se degüella), etc.
La secuencia en la iglesia donde las sombras ocupan cada vitreaux (junto a la perversa posesión del cura) o el ambiente ritualístico que crea Cecile (la morocha Tarra Riggs) es de lo poco rescatable de este filme donde a Nell no le quedará otra que asumir su condición maléfica con un final donde la ciencia ficción supera al terror.
Vade retro.