El día de la bestia
Una vez más, la propuesta de ubicar al espectador como testigo principal de hechos terroríficos llegan a la pantalla grande, esta vez de la mano de El último exorcismo. Y no es que la película en sí no tenga nada para ofrecer, pero luego de algunos buenos ejemplos del denominado género Mockumentary (ficciones realizadas en formato documental como si fueran reales), las sorpresas empiezan a caer en la bolsa de los reciclados.
La cinta narra la historia del Reverendo Cotton Marcus, un ministro evangélico cuyo abuelo y padre fueron exorcistas. Debido a que Marcus no cree en demonios y fantasmas, ha creado un verdadero espectáculo que incluye efectos especiales para liderar su iglesia y darle a sus seguidores “lo que necesitan”. Decidido a mostrar la farsa detrás de su trabajo, escoge al azar un último caso que filmará al mejor estilo documental para TV, sin saber que esta vez, se enfrenta a algo más grande de lo que imagina. Así acompañado por una microfonista y un camarógrafo (cuyo registro se convertirá en lo que el público ve) se dirige a una granja familiar.
Básicamente, la idea de la película es adentrarnos en el show business religioso que el pícaro, tramposo, estafador, pero carismático protagonista ofrece. Para ello, una muy cuidada introducción permite conocer las intenciones y los objetivos de los personajes.
Pero lo cierto es que, en el momento en que la historia debe mostrar sus mayores virtudes… algo falla. Porque el film juega de manera muy inteligente con el fuera de campo e incluso utiliza recursos que por momentos pueden ser escalofriantes (la niña poseída con cámara en mano), pero durante la mayor parte del tiempo las intenciones del director alemán Daniel Stamm parecen quedar a medio camino.
Porque si el título se emparenta de manera obvia con El Proyecto Blair Witch y El exorcista, no logra ni la sorpresa del primero, ni –por supuesto- el efecto del segundo. De todas maneras tampoco causa esa sensación de claustrofobia que hizo grande a la primera [Rec], ni le encuentra la vuelta narrativa que sí tuvo la decepcionante Actividad Paranormal.
De todas maneras, y esto hay que reconocerlo, las interpretaciones de los personajes principales (Patrick Fabian y Ashley Bell como reverendo y poseída respectivamente) son puntos que hacen creíble un film que, de otra manera, hubiera caído en el estrepitoso ridículo.
Producida por Eli Roth (director de la saga Hostel y amigo/aprendiz de Quentin Tarantino), El último exorcismo intenta merodear en un campo ya demasiado explotado. Atrapado entre El bebé de Rosemary, Holocausto Caníbal y El exorcismo de Emily Rose, invita a debatir con los polémicos temas que toca (violencia en la familia, armas en Estados Unidos y, por supuesto, la fe como un recurso económico) para generar diferencias respecto a un final que, por apresurado y poco eficaz, invita a varias lecturas.
Por el resto, sólo una película que no logrará revitalizar el ya vapuleado género de terror en el cine norteamericano.