A veces cuando la producción estrenada es intrascendente puede invitar a vagabundear por aspectos colaterales de lo cinematográfico. En el caso de “El último maestro del aire”, por ejemplo, hacer referencias sobre que podemos entender por fantasía, rubro en el cual se encuadra la realización.
La fantasía es una de las posibilidades con que cuenta el artista para abordar imaginativamente cualquier temática, ya ser considerada a través de alguno de los múltiples géneros que tiene a su disposición acorde al arte o la artesanía que cultive.
Según el diccionario, el vocablo es de origen griego, del que deviene el italiano phantasía, para incorporase al español como fantasía. Se entiende como tal la facultad de reproducir por medio de imágenes cosas pasadas o lejanas, de representar las ideales en forma sensible o de idealizar las reales. Capacidad de tener representaciones de objetos sin que estos se hallen presentes o existan en la realidad.
Según los psicoanalistas, la fantasía es una producción de la imaginación con la cual el yo busca escaparse de la realidad. Es de algún modo, un compromiso entre la realidad exterior e interior, entre las pulsiones y las prohibiciones.
Compendiando lecturas consultadas, resulta que por fantasía se entiende todo aquel conjunto de ideas, situaciones, representaciones y fenómenos que forman parte de la imaginación de una persona y que no tienen correlato verídico en la realidad. Sin embargo, el hecho de que sean meras imaginaciones o creaciones del inconsciente de un individuo no significa que no tengan valor, por el contrario, de acuerdo a lo que establecen diferentes ramas de la psicología, la fantasía es el modo en que un individuo expresa sus deseos, intereses, miedos, objetivos y hasta perversiones. La fantasía siempre tiene que ver con la creación o generación de situaciones a nivel mental o imaginativo que no pueden darse en la vida real, o que deben permanecer reprimidas por ciertas pautas morales o sociales.
Supone la existencia de elementos no reales o mágicos tales como duendes, criaturas deformes, hadas, sirenas, monstruos y muchos otros. Allí, temas tales como el desarrollo de misiones en lugares mágicos, encantados y exóticos, con personajes medievales o irreales y con finales excéntricos son características comunes. La fantasía artística implica siempre un escape a la realidad, en la participación en mundos mucho más complejos, diferentes, ricos y completamente distintos.
En esta primera década del siglo XXI, como proyección de años anteriores, la producción hollywoodense acentúo su interés por las realizaciones que responden al tratamiento de fantasía. Sin duda esto se debe, más que a una necesidad creativa, a un imperativo económico de la cinematográfica estadounidense en su condición de líder de esa industria en Occidente, al tener que enfrentar en el negocio del espectáculo al desarrollo tecnológico de los medios audiovisuales, particularmente la televisión, y la lucha contra de la piratería reflejada en la proliferación del truchaje en el negocio del mercado de los DVD.
Sólo en lo que va del 2010 podemos citar, exceptuando las obras de animación, no menos de doce títulos, se inicia con “Avatar” al que sucede, entre otros, “Percy Jackson y el ladrón del rayo”,”El hombre lobo”, “Desde mi cielo” “El imaginario mundo del Dr Pasrnasus”, “Alicia en el país de las maravillas”, “El libro de los secretos”. “Furia de titanes”, “El príncipe de Persia, las arenas del tiempo”, “Legión de ángeles”, “La carretera”, “La saga de crepúsculo: Eclipce”, “El aprendiz de brujo”, “El origen”, “El loco viaje al pasado”, “Depredadores”, para llegar a la fecha con “El último de los maestros del aire”, manteniendo en espera otros tantos para lo que resta del año. Lo más destacado por sus valores artísticos lo podemos encontrar en “El imaginario mundo del Dr. Parnassus”
En primera instancia toda obra fílmica despierta interés por los valores latentes en la historia que narra y en el tratamiento de que fue objeto en el guión. En segunda instancia importa al espectador la manera en que han sido utilizadas todas las herramientas que tiene a su disposición el realizador para materializar en imágenes y sonido la idea narrativa, la idea conceptual – lo que se han propuesto decirle al destinatario- y la idea estética, vale decir la forma elegida para visualizar la propuesta.
El destinatario último es el espectador, para quien el valor de cualquier obra depende de la definición, claridad, consistencia, coherencia y equilibrio entre todos los factores participes en su generación.
Cada persona es un espectador único en sí mismo, y la evaluación que realice tendrá algún grado de subjetividad ineludible, la que depende de una serie de factores humanos, culturales y sociales, cuya opinión o juicio tiene alcance reducido a su entorno.
El crítico es un espectador más, pero debiera ser –pues no siempre lo es- un espectador una persona capacitada, especializada y profesional que emite opinión pública, por ende con llegada a seres humanos que le son desconocidos. Sus apreciaciones sobre los valores, o carencia de ellos, de la obra proyectada en pantalla deben obviar en todo lo posible sus gustos personales, emitiéndolas a conciencia y sobre la base de la mayor equidad, más allá de temáticas, géneros, corrientes estéticas o posiciones ideológicas o religiosas.
Cabe pues, en esta ocasión, considerar “El último de los maestros del aire” como obra de ficción, conformando el rubro, o capítulo, fantasía, jugada en el género dramático.
En una apretada síntesis narrativa encontramos al Aire, el Agua, la Tierra y el Fuego como cuatro naciones enlazadas por el destino, cuando la Nación del Fuego declara una brutal guerra a las demás. Tras un siglo de luchas, no parece haber esperanza de que algo pueda cambiar este entorno de destrucción. En suma, narra las aventuras de Aang, sucesor de una larga serie de Avatares, y sus amigos Katara, una Maestra Agua, y su hermano Sokka, guerrero por naturaleza, a los que luego se integran en la serie Toph, además de sus dos animales, compañeros y mascotas de Aang, el bisonte volador Appa y el lémur volador Momo. La misión que se imponen es detener los intentos de conquista de la Nación del Fuego sobre las otras Naciones.
La historia se basa en la serie de animación “Rhe last Airbender” emitido por el canal televisivo Nickeodeon, y supone el primer capítulo en la lucha del protagonista por sobrevivir.
La temática tiene como eje la conquista para ganar poder mediante el sometimiento de los conquistados, y de la lucha de estos para recuperar la libertad. No importa que el marco sea la fantasía, por cuanto al igual que muchísimos títulos que podemos encontrar en la cinematografía mundial, lleva implícito una alegoría sobre la conducta del ser humano a lo largo de los tiempos y en todo el planeta.
Los cimientos del espectáculo audiovisual es el guión. En este caso se asienta sobre una historia débil, confusa y esquemática vivida por personajes endebles en su tratamiento y carentes de atractivos para despertar interés, que transitan por situaciones insubstanciales con diálogos sin gravitación dramática. El realizador no pudo, o no supo, encontrarle al guión alguna vuelta de tuerca para revertir, aunque más no fuera en parte, sus falencias estructurales y narrativas. Relato y personajes quedan a la deriva en escorzos de acciones reiterativas que van debilitando la progresión de la trama hasta terminar aburriendo. Shymalan se apoya en los efectos especiales y visuales y las coreografías de luchas, de muy discreto efecto, que por ser tan recargadas y reiterativas acompañan el aburrimiento generalizado. Los intérpretes, sin carisma e inexpresivos, nada pueden hacer sumidos en tantos desaciertos.