Como si se tratara de una reafirmación de las ya conocidas y aburridas preocupaciones de su director, El último maestro del aire exhibe altos niveles de aleccionamiento y solemnidad que son inversamente proporcionales al cuidado puestos en la construcción de un universo: lo que cuenta para la última película de Shyamalan no es el cuento sino la moraleja, uno se vuelve el mero soporte del otro. La historia se reduce a un montón de personajes y conflictos que están siempre en función de grandes temas, como el Amor, la Religión o la Libertad (en el cine de Shyamalan todo se escribe con mayúsculas). Solamente que esta vez, excepto por dos o tres escenas de acción que se rescatan por la pericia técnica y la planificación visual, ni siquiera se encuentra la pretendida sofisticación que los seguidores del director le adjudican a sus películas, como si el indio finalmente se hubiese despojado de la careta de cineasta serio y lector lúcido de la historia del cine para dedicarse de lleno a los que fueron sus intereses desde Wide Awake: la bajada de línea, la enseñanza pedante y la elaboración de un mundo polarizado que invita a la sanción moral fácil.
Los personajes, siempre planos y nunca esféricos, son caracterizados apenas por un rasgo exclusivo e insistente que los determina a lo largo de todo el relato: Sokka es el valiente, Katara la pacífica, Zuko anhela la gloria para consagrarse ante su padre y su reino, Yue representa la pureza. No se le puede pedir otra cosa a las criaturas de Shyamalan: como robots creados para reproducir ciegamente una única función, sus personajes repiten hasta el infinito las mismas frases, gestos y acciones. Lo más parecido a un aprendizaje lo realiza Aang, el joven protagonista, pero se trata de un crecimiento automático que forma parte de los requerimientos del relato, el camino obligado que tiene que recorrer el héroe (y lo cierto es que Aang ya tiene las cosas bastante claras desde el principio, así que ese crecimiento tampoco lo es tanto). Es probable que esa chatura narrativa esté en relación con la posición que toma El último maestro del aire: aleccionadora, grave, segura a más no poder de sus convicciones y su moral. Sería inútil esperar alguna clase de aprendizaje por parte de los personajes de una película que no aspira más que a la enseñanza, que cree saberlo todo.