Una épica vacía
Fallido filme de aventuras de M. Night Shyamalan.
Ante los estrenos de M. Night Shyamalan, cada crítico se siente obligado a decir desde qué lugar escribe: desde la devoción o el odio. En este caso, no hay posición extrema ni lógica compartida por las mayorías. Al autor de estas líneas no le gustó, por ejemplo, Sexto sentido -su carga manipuladora-, pero sí disfrutó de La aldea o, en menor grado, de El fin de los tiempos . Ah, y El último maestro del aire -que de eso se trata esta breve crítica- le pareció uno de los puntos más bajos de la carrera del director de origen indio.
El filme, que procura ser el primero de una saga épica (una más), transcurre en un mundo dividido en cuatro comunidades: Aire, Agua, Tierra y Fuego (que quiere colonizar e imponerse a las tres anteriores). Pero existe un joven Avatar que puede, debería poder, controlar los cuatro elementos y, que junto con dos hermanos del reino del Agua (Jackson Rathbone y Nicola Peltz), intentará salvar al mundo. Breve sinopsis. Punto.
Ahora, el humilde análisis del humilde resultado. La película, que combina leyendas combativas, artes marciales y pseudobudismo, resulta tan vertiginosa como tediosa y confusa (por su pobreza para meternos en la historia). Los diálogos, excesivos y ampulosos, sólo cumplen una función explicativa: el desarrollo de la narración cinematográfica es pobre. Los personajes no generan empatía: sólo un par de veces en 102 minutos provocan algo así como humor. El resto: batallas en las que las creaciones digitales exhiben, sin pudor, su carácter de artificio.
La música, tan artificiosa y acartonada como los diálogos, procura crear climas. En vano. Y no hablemos del 3D. Sorprendido por la falta de efectividad del recurso, este periodista hizo la prueba, durante toda la función, de ponerse y sacarse los anteojos especiales: sin lentes, casi nunca vio borroso, lo que le demostró que el efecto tridimensional era muy limitado. Pero al menos fue un divertimento extra. El bonus track de una película que, a pesar de sus 150 millones de dólares de presupuesto, deja una sensación de deuda.