¡Que Vuelvan los Na’vi!
Libro Uno: Un Poco de Historia
Hace algunos años atrás… en una galaxia no tan lejana, trabajaba en un video club. Un día salió en DVD una película animada, aparentemente japonesa cuyo título me llamó la atención: Avatar. Libro Uno: La Leyenda de Aang. Pensé, “bueno, un animé más”. Pronto esta solitaria película (recuerdo que fue la única novedad del día) empezó a ser bastante solicitada, y no solo eso. Los padres venían entusiasmados relatándonos a los cajeros (“cleros”) lo interesante, educativa y atrapante que era dicha película. Pronto, empecé a interiorizarme que se trataba de una serie de culto en Estados Unidos, que cosechaba premios, buenas críticas. Que no se trataba de “un animé más”.
Creada por Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko para el canal Nickelodeon, la serie se nutre del animé y el manga, el cine de Hayao Miyazaki, y tiene una trama que remite a la cultura zen, al budismo. Mezcla las artes marciales con las prácticas religiosas provenientes la zona más continental de Asia, : India, Mongolia, Tibet, parte de China. La serie fue transmitida por tres temporadas concretamente planeadas entre febrero del 2005 y julio del 2008. Cada temporada toma un “libro” diferente del entrenamiento, una especie de joven monje preadolescente capaz de controlar los elementos de la naturaleza aire, agua, tierra y fuego, para devolver equilibrio y paz a la Tierra, y para que todo el poder de los dioses no caiga en el malvado reino del fuego que quiere dominar el mundo… O sea, una mezcla entre El Quinto Elemento de Luc Besson y la mitología galáctica creada por George Lucas en 1977. Sin duda se trata de una idea original para una serie animada, y que inculca a los chicos un poco de conocimiento de los preceptos de la religión y la cultura budista.
Debido al éxito en lo que se convirtió la serie, los productores Kathleen Kennedy, Frank Marshall (que en algún momento fueron soporte de las mejores películas de Spielberg) y Sam Mercer compraron los derechos de la serie y no tuvieron mejor idea que delegar la adaptación y la dirección de la serie animada a las manos del único director hindú que conocían: M. Night Shyamalan. ¿Por qué no? El director nacido en India pero criado en Pennsylvania tiene antecedentes en el género fantástico, está acostumbrado a trabajar con chicos, conoce el territorio, las tradiciones y la cultura. Solo debía adaptar su mirada para que sea un poco más infantil. Además Marshall, Kennedy y Mercer fueron sus tutores desde Sexto Sentido. Sin embargo, el director vino en caída libre en los últimos años. Si bien La Aldea, tuvo una recepción “aceptable”, La Dama en el Agua y El Fin de los Tiempos, fueron estrepitosos desastre de crítica y audiencia, a comparación de las expectativas y de los anteriores trabajos de este extraño y polémico “autor” que se ha ganado tanto adeptos como detractores. Por lo tanto, un trabajo hecho por encargo, sobre una obra que demostró ser exitosa en versión animada, podía levantar un poco su alicaída carrera. Después de sus dos últimas propuestas había perdido “fans”, pero aún así, sigue habiendo personas que defienden su “identidad” cinematográfica: sus tiempos lentos, un supuesta gran capacidad para crear climas tensos, para poner personajes convencionales ante circunstancias fantásticas de las que no se sienten parte, pero que deben aceptar la “misión divina” que se les otorga para sacar adelante el relato, La unidad familiar, la reconciliación marital son temas que siempre aparecen en su filmografía. La introducción de elementos fantásticos nunca es azarosa, ni los efectos especiales toman preponderancia por sobre las historias. Se rodea de sólidos actores. Se apoya en la iluminación de notables Directores de Fotografía, la banda sonora de James Newton Howard para crear esos mismos climas. Se nutre de Spielberg para combinar el drama familiar con la aparición de los elementos fantásticos que siempre un significado metafórico, que como todo cuentista le agrega una cuota importante de moralismo y solemnidad, pero a la vez elementos lúdicos, combinados con el juego entre los personajes y la naturaleza y/o situación paranormal que los rodea. Además de un sátira implícita (no siempre intencional incluso), una suerte de parodia a la política y la religión en Estados Unidos. Acaso este choque que se da entre el melodrama solemne y la parodia típica de los films clase B de los años ’50 sean el aspecto que más me interesó de su filmografía. La manera en que te descoloca con un fino (y un poco pretencioso) sentido del humor negro, egocéntrico. A nivel visual siempre se destaca el trabajo que hace con el registro fuera de campo.
Aunque me molestó un poco La Dama en el Agua por su tonito moralista, y porque la segunda mitad era realmente estúpida (aunque me divierte como se burla de los críticos) y se autoproclama defensor absoluto de la fantasía contemporánea (literalmente hablando es lo que sucede, ya que la dama en cuestión elige a su personaje como el narrador de la historia), y El Fin de los Tiempos, a pesar de que empieza más misteriosa de lo que termina siendo, es un interesante film clase B, filmado en colores, no puedo dejar de destacar que se ha mantenido fiel a su “identidad cinematográfica y narrativa”. Aunque en ambas película ya había dejado atrás el final sorpresa, la revelación que te modificaba la concepción del film (como sucedía en Sexto Sentido, El Protegido o La Aldea) y a nivel visual se había vuelto un poco más convencional, el ritmo de sus obras tenía un montaje más dinámico, los resultados finales, a pesar de todo eran un producto 100% Shyamalan.
Por lo tanto Kennedy/Marshall se aseguraban que habría un público que elegiría ver el film porque era de Shyamalan y otro sector que iría por ser fanático de la serie animada. Esos son los “beneficios” de elegir a un “autor” para dirigir una saga de este tipo.
Libro Dos: El Presente… Horror… Horror…
Cuando vi por primera vez el trailer del film y la gran cantidad de efectos especiales utilizados, lo primero que me vino a la cabeza: “esto no parece un film de Shyamalan”. Mi intuición fue correcta por dos razones. Primero porque El último maestro del aire no se parece a ningún otro film de Shyamalan y segundo al definirlo como ESTO.
La película empezó a tener problemas un año y medio antes de estrenarse. Cuando se anunció que Shyamalan correría a cargo de la dirección corría el año 2008, recién se acababa de estrenar El Fin de los Tiempos y el proyecto se llamaba Avatar: The Last Airbender (título original del animé). Se iba a estrenar en julio del 2010.
Pero, como muchos saben, Jim Cameron se adelantó y nombró Avatar a su nueva película tras 13 años de ausencia. Aunque todavía se sabía poco y nada del film que terminó siendo el mayor éxito taquillero de la historia del cine, superado a la Titanic del propio Camero en 1997, Kennedy/Marshall/Shyamalan, para evitar confusiones y litigios legales le sacaron convirtieron al film en El Ultimo Maestro del Aire a secas. Ahora se estarán arrepintiendo. Quizás con la primera palabra habría llevado al cine a algún despistado que pensara que se trataba de una secuela de las aventuras de los extraterrestres azules.
Seguramente, la intención habrá sido crear una nueva saga en la línea, Señor de los Anillos, Crónicas de Narnia, que fueron exitosas, pero también como La Brújula Dorada, Eragon, o Percy Jackson, que fueron fracasos monumentales. Había riesgos sin dudas, pero creían que con Shyamalan detrás de cámara podría funcionar y llenarse los bolsillos con dinero.
Fue mejor mi instinto que el de ellos. Las críticas, literalmente “reventaron” al film de Shyamalan. No fue sorpresa, la paciencia de la crítica con el director hindú venía agotándose hace tiempo. Pero los que todavía defendíamos mínimamente su autoría buscábamos redención con su obra, poder reaccionar ante la elite de críticos soberbios y ombliguistas. Demostrar que aun quedaba un autor en Hollywood.
Y no fue así. Al final, les terminamos dando la razón. El Ultimo Maestro del Aire es literalmente hablando, un desastre, horrible, un insulto a la inteligencia, al género de fantasía, una enfermedad para los ojos y oídos cinéfilos. Insoportable. Aburrida. Densa. Y no por las razones que caracterizaban al cine de Shyamalan. Se trata de su film más dinámico y convencional en cuanto a montaje, pero a la vez el más interminable de todos. Recuerdo que José Luis de Lorenzo a mitad del metraje me preguntó si sabía la duración a viva voz, y le respondí tímidamente “103 minutos” y él me dijo, “parecen 3 horas”.
Lamentable que un director medianamente interesante haya filmado semejante porquería. Definitivamente perdió la brújula, y peor aún, a sus defensores… los que venían defendiendo lo que ahora creo que era indefendible. Empiezo a pensar que los méritos de las anteriores películas son loables gracias al elenco y equipo técnico del que se rodeaba más que por mérito propio.
La historia se mantiene fiel a la serie pero al tratar de condensar y comprimir los 20 capítulos del primer libro (primera temporada) en menos de dos horas, el resultado es una narración confusa, demasiado explicada, que llena baches temporales y narrativos con la peor voz en off que recuerde haber escuchado en mi vida (o al menos desde los tiempos remotos de Ed Wood). Los protagonistas son dos hermanos adolescentes Katara (Peltz) y Sokka (Rathbone) de la comunidad del agua. Ella es una Maestra del Agua, pero todavía no domina sus poderes completamente. Un día ambos encuentran a Aang (Noah Ringer), el último avatar de una serie de Maestro del Aire que se convertiría en el “elegido” para traer equilibrio al planeta ya que tendrá dominio total de todos los elementos de la naturaleza. A Aang lo buscan los Maestros del Fuego para matarlo. Ellos quieren dominar el resto de las tierras. Especialmente lo busca el príncipe Zuko (Dev Patel), quien desea agarrar a Aang y llevarlo ante su padre, el rey (Cliff Curtis) para que lo vuelva a apreciar como hijo. Para eso viaja con su tío Iroh (Toub) y desea atrapar a Aang antes que las legiones de su padre comandadas por el malvado Zhao (Mandvi). Pero Aang, Katara y Sokka darán pelea, apoyados por el fantasma de un Dios Dragón.
Alguno podría decir, Shyamalan revivió la fantasía, pero lo cierto es que nada tiene sentido. Las alegorías religiosas y filosóficas son banalizadas, estupidizadas. La moralina, infantil, didáctica. Explicativa hasta el hartazgo (multipliquen las explicaciones de El Origen por diez). La estructura es confusa, los flashbacks re alentar el relato, resultan redundantes, innecesarios. Ninguna interpretación es verosímil, creíble. Todos los diálogos son malos (y escuchados en versión doblada al castellano mucho peor). Los personajes son acartonados. La caracterización del príncipe Zuko, es ambigua. ¿Es villano, amigo, tonto? Dev Patel demuestra una vez más, como en Slumdog Millinonaire, que no puede actuar. Es completamente inexpresivo, no se le cree ni una sola línea de diálogo, insulso, alfeñique. ¿Cómo puede un director que descubrió a Haley Joel Osment tener tan poca intuición de casting ahora? Ninguno de los jóvenes intérpretes logran destacarse. Cada uno es peor que otro. Muñecos que hacen muecas. Ninguna emoción es genuina. Veteranos como Mandvi, Toub y Curtis aparecen completamente desaprovechados. Parece que fueron elegidos solamente porque tienen rasgos hindúes (en realidad solo Mandvi lo es y precisamente no es un buen actor, y menos para interpretar un villano tan malo. Toub es iraní, lejos lo mejor del elenco y Curtis neocelandés, peor que cuando hizo de colombiano contra Schwarzenegger). Slumdog Millionaire fue la mayor mentira de la década. ¿Por qué usarla como influencia?
Shyamalan no sabe aprovechar la geografía de Groenlandia, ni de Nueva Zelanda. Podría haberle pedido ayuda a Peter Jackson. Tampoco sabe como introducir animales fantasiosos. Aang se transporta en un seudo perro más parecido a los monstruos de Donde Viven los Monstruos, pero con pretensiones de que sea como el dragón de La Historia Sin Fin. No es ni uno ni otro, porque Shyamalan lo decide mantener en segundo plano. Lo mismo con el Dragón que le habla a Aang y otros animalitos sueltos por ahí. Si Narnia resultaba ser artificial, El Último Maestro tiene menos cuerpo, menos alma, menos espíritu que el Dr. Crowe (Bruce Willis en Sexto…). Los efectos especiales son poco imaginativos, poco trascendentes. Es una lastima saber que los supervisó el argentino Pablo Helman, que se destacó en La Guerra de los Mundos. El 3D es una mentira. No está. No hay profundidad de campo, no hay elementos que saltan a la pantalla. Hasta Boogie, el Aceitoso se destacaba mejor en este sentido. En el único momento donde se nota el efecto es en la presentación, cuando aparece el logo de Paramount.
Shyamalan la filmó sin ganas. El solo hecho de no aparecer en pantalla en algún momento lo confirma. Shyamalan no está (en El Fin de los Tiempos aparece su voz en off). Sí, se puede entrever en pequeños momentos cierto interés por darle relevancia a la unidad familiar, de la reconciliación entre padres e hijos, la dualidad de aceptar los poderes que le son asignados a los personajes, y saber usarlos para hacer el “bien” (como en El Protegido principalmente). Pero nunca está profundizado este aspecto ni cobra relevancia. Los (malos) efectos especiales toman preponderancia sobre la historia y los personajes. El recurso fuera de campo solamente está presente para cubrir errores de compaginación con los efectos especiales. La fotografía de Andrew Lesnie está muy lejos de parecerse a la de El Señor de los Anillos o Desde mi Cielo. La banda sonora de James Newton Howard es lo mejor. Intensa e imponente. Pero a la vez abruma con relación a la película, tiene demasiada participación es escenas donde no hay batallas. Escucharla de forma aislada es placentera, pero contrasta con lo que se ve en el film. Todo lo destacable del resto de sus films, esta vez queda oculto por oposición. En cambio, quedan más explícitos los aspectos más negativos de su filmografía: el egocentrismo, y sobretodo la solemnidad y el dedo moralista, la mirada manipuladora, sentimentalista y falsamente romántica. El romance en el film es impuesto de manera forzada, artificial (como besar a un maniqueen).
Las inclusiones humorísticas son ineptas, no causan gracia. Otras veces, supo ser más efectivo en sus thrillers dramáticos y románticos para incluir alguna línea simpática, o algún truco que sorprendiera al espectador y le arrancara una sonrisa. Esta vez, la película es tan mala, que uno no se ríe siquiera de lo mala que es. Cuando se hace un film clase B, de terror o ciencia ficción, aunque sea, aun cuando no fue la intención de los realizadores, uno se puede divertir por lo poco eficaz que es el producto final. Pero acá ni siquiera eso. No es un film clase B, no es bizarro, no tiene citas cinéfilas para destacar, no tiene fantasía destacable, no es imaginativa: es justamente, eso, la nada misma. Es un híbrido sin vida ni sabor. Aburrido.
Uno es no espera más por que llegue el final. El final no llega… porque no hay un final… y lo peor de todo, cuando empieza la verdadera acción, la película (al fin) termina… y ¡da el pie para la segunda parte! ¡No, por favor, no! ¡No más tortura hindú! ¡Ya entendí el mensaje… el castigo por haber defendido por tantos años a este subestimado supuesto “autor” cinematográfico llamado M. Night Shyamalan! Ya entendí… ¡este hombres es una mentira que viste y calza!
Libro Tercero: ¿Hay Futuro?
Pido disculpas por brindarles un manuscrito, una lista de los “defectos” que posee el film. Pero es verdad. La película es insalvable. ¿Qué le queda hacer a ahora a Shyamalan? Debería empezar de cero nuevamente. Volver a filmar películas de bajo presupuesto, independientes, con su propio dinero, una cámara súper 8 y actores desconocidos. Proyectarla en Sundance solamente y rezar porque alguien la vaya a ver. Hay que bajarle las pretensiones a este hombre. Yo no le confiaría mi dinero a este supuesto “director” o “autor”.
El mes próximo se estrena en Estados Unidos, Devil, primera película que escribe y produce sin dirigir (¡por suerte!) La premisa, admito que es interesante. 5 personas desconocidas entre sí quedan atrapadas en un ascensor. Uno de ellos tiene poderes diabólicos o algo así. En el trailer se ve como los miembros de seguridad ven por la cámara flashes de imágenes monstruosas que no se relacionan con la “realidad”. La dirigen los hermanos Dowdle que dirigieron las versión anglosajona de Rec, Cuarentena. Esperemos que sea mejor.
En cuanto a futuros proyectos, se comenta una futura reunión entre el director y Bruce Willis. Ambos necesitan resurgir, sin duda. Willis, por su lado cree que solamente volviendo con Shyamalan o realizando una quinta parte de Duro de Matar puede volver a tener un “éxito” de taquilla.
Bruce, te doy un consejo: John McClane siempre va a tener seguidores. En cambio, Shyamalan, gracias a El Ultimo Maestro del Aire, le dijo “adiós” a los últimos que le quedaban.