Viaje hacia el pasado.
Miguel Ángel Solá, en la que tal vez sea la mejor interpretación de su más que prolífica carrera, le da vida a Abraham, un inmigrante polaco judío que llegó a la Argentina en los cuarenta luego de huir del holocausto nazi. En una película que combina el viaje de una vida con la aventura espiritual de un hombre, El Último Traje ofrece una mirada muy particular, sensible y sobre todo argentina de uno de los capítulos más sombríos de la historia moderna.
En su segundo largometraje como director, Pablo Solarz propone una historia que se suma a la extensísima lista compuesta por films de todos los orígenes que de una forma u otra tocan el tema de la segunda guerra mundial y, sobre todo, las consecuencias que esta produjo en sus víctimas. Pero ahí está la cuestión: con tanto filmado, esta no es una más entre ese vasto montón. Primero porque empieza en Argentina. Abraham, polaco de nacionalidad y judío de fe, tiene perfectamente claro que cualquiera de los días que le está tocando enfrentar puede ser el último. Por eso organiza una reunión familiar con vistas a organizar un poco el patrimonio que le heredará a su familia y otro poco para tener una despedida más o menos formal de sus seres más cercanos. Porque ellos tanto como él saben que su partida está cerca. Lo que ignoran es cuánto.
Ya desde ese inicio la película logra captar la atención y esto responde a tres elementos principales. En términos narrativos lo que tenemos es a un hombre muy mayor que busca poner sus cosas en orden antes de su partida definitiva pero lo que se percibe es que ese último tren de la vida al que ya parece haber abordado todavía cuanta en su itinerario con una parada previa. Porque ese orden familiar que parece ocupar toda la atención de Abraham está lejos de ser su meta principal. Esto lo empezamos a soslayar con la forma que tiene el personaje de referirse a su pasado, a su Polonia natal en particular y a lo que vivió en los pocos días que pasó en su tierra de origen. Algo hay allí que no está resuelto, algo le falta resolver en Europa. Y cuando Abraham escapa de la bendita reunión familiar y saca el primer pasaje disponible para Madrid, el verdadero viaje comienza.
Establecida esa intriga central de forma velada, dejando mucho espacio para que el público elucubre tranquilo, se hace presente en simultáneo el segundo elemento que destaca a la película ya desde el comienzo y que se mantendrá hasta el final. Y este se refiere a las pequeñas escenas. Con diálogos construidos casi de forma independiente en términos de ritmo propio con respecto al largometraje al que pertenecen, resultan muy difíciles de olvidar la escena que Abraham comparte con su bisnieta, el vínculo que establece con el joven al que ayuda en el aeropuerto de Madrid, la relación que rápidamente forja con la dueña del hostal en que se hospeda, el inesperado encuentro en la estación de tren de Berlín con una joven alemana que se atreve a cuestionar sus creencias y la ayuda que recibe de una amorosa enfermera polaca. Todos esos pequeños grandes momentos tienen vida propia a partir de una brillante construcción de personajes -que en prácticamente cinco minutos consiguen conquistarnos- y que en su conjunto le dan vida a ese relato que lleva a Abraham por toda Europa buscando saldar su última cuenta pendiente.
Y para el final hay que dejar la tercera pata de este trípode porque es la fundamental. El compromiso actoral de Miguel Ángel Solá para esta producción es tal que estaríamos en presencia de un trabajo consagratorio (si es que a este veterano del arte le cabe ese adjetivo a esta altura) incluso si al actor argentino le tocara interpretar a un argentino que pasó toda su vida en Argentina, habla con acento argentino y no tiene que moverse de Argentina. Sus gestos, su manejo de los silencios, su gracia para hacer reír y su profundidad para emocionar quedan plasmados en todas y cada una de las escenas que protagoniza, que son la mayoría. Y como si eso fuera poco, no le toca hacer de ese argentino lleno de argentinidades. Le toca un polaco judío que vino a Sudamérica de chico escapando de los nazis. El acento, la inflexión de su voz, los términos que usa y la forma que tiene de expresar su forma de pensar en cada frase que pronuncia hacen de este Abraham un personaje tan entrañable como la historia que protagoniza. Y todo eso es mérito de Solá.
Con un elenco completado por Martín Piroynski, Ángela Molina, Natalia Verbeke, Julia Beerhold y Olga Boladz, El Último Traje es de esas películas a las que no les falta nada, con enormes actuaciones, grandes personajes, buena música, una historia sólidamente construida y un final conmovedor que además de emocionar también se hace del tiempo para dejarnos una profunda reflexión de vida. Bravo.