Abraham es un sastre judío de 88 años, cuyas hijas decidieron mandar a un geriátrico. Pero él, negado frente al paso del tiempo y al hecho de que otros resuelvan su propia vida, se dispone a emprender un viaje. Sin embargo, no es un viaje cualquiera, sino que se embarcará en una aventura para buscar a un viejo amigo que le salvó la vida durante el Holocausto.
“El Último Traje” es una película que atrapa desde un primer momento por el tono con el cual se narra el relato. Si bien de fondo se nos presenta una historia profunda y dura sobre la persecución a los judíos durante el régimen nazi, el drama no persiste en todo momento. El film busca el justo equilibrio entre la reflexión, la crítica y la comicidad con la que se retrata a la comunidad judía y a la personalidad particular del protagonista. Es decir, que nos ofrece momentos graciosos, a partir de un guión ingenioso, pero también espacios más serios y angustiantantes, donde el espectador transitará por todas las emociones.
También es interesante el tratamiento que se le otorga al pasado del protagonista. No tenemos como en otras películas ese constante vaivén temporal o la división entre dos líneas bien marcadas. Acá los recuerdos vienen en forma de sueños o relatos, en momentos determinados, para darnos un simple y pequeño pantallazo de lo que vivió este hombre y de por qué tomó la decisión de emprender el viaje.
Miguel Ángel Solá es quien encarna a Abraham, con una sublime caracterización (hacen pasar a un hombre de 67 años por uno de 88, con las mañas y complicaciones de la edad) y una impronta especial. Desde un inicio podemos empatizar con este personaje que tiene sus objetivos bien claros y que retrata y representa a un grupo de judíos exiliados que continúan marcados por aquella terrible época. Pero el resto de los interlocutores con los cuales se encuentra el protagonista también son atractivos, como el de Martín Piroyansky o Ángela Molina, y muchos de ellos vienen a mostrar una cara más moderna del mundo.
No sólo se observa una crítica hacia el nazismo, sino también una autocrítica propia de los alemanes en la actualidad, mostrando que a pesar de que no todos estuvieron ligados a estos hechos (incluso algunos ni habían nacido), es una cuestión latente dentro de la sociedad. Asimismo se tocan otras temáticas a lo largo del largometraje; se hace mucho hincapié sobre la vejez, la memoria y el olvido, la intolerancia, la amistad, la dignidad de la vida, entre otras.
Se destaca también el despliegue de producción (con una co-producción Argentina – España detrás), con los viajes y la recreación de distintos lugares, como también los aspectos técnicos, con la típica música judía y una fotografía muy lograda.
En síntesis, este road trip catártico donde un personaje al final de sus días decide volver al lugar del cual fue expulsado nos hace recorrer distintas sensaciones gracias a la mezcla de géneros que propone. Con un Miguel Ángel Solá impecable que se pone el film al hombro, el análisis de distintos temas y la buena música y ambientación, “El Último Traje” cumple con todo lo que promete.