La guionista y cineasta rosarina Julia Solomonoff da un paso adelante en carrera como realizadora con El último verano de la Boyita, luego de su interesante debut con Hermanas. También supo tener un breve pero delicioso momento actoral en Historias mínimas, pero ahora hay que hablar de esta pieza en la que pone en juego lo mejor de su sensibilidad y capacidad de observación, en este caso del mundo tan particular como el de la preadolescencia. Y lo hace desde un bello marco campestre a través del cual, entre cabalgatas y baños en el río, el conflicto de un par de niños que transitan cambios hormonales se verá acentuado por estar rodeados por adultos dominados por la ignorancia, el prejuicio y hasta la brutalidad. Luego de una primera porción muy descriptiva, visual y narrativamente, que se ocupa de las vivencias de una niña que prefiere irse al campo con su padre en lugar de vacacionar con una madre y una hermana con las que no siente empatía, el film entra en una franja más intensa dramáticamente, en la que la pérdida de la inocencia y el despertar sexual desembocan en descubrimientos inéditos para ella y la comunidad. Con ciertos toques a lo XXY, la película aporta muy buenos desempeños de un elenco inegrado por niños y mayores y redondea un pequeño pero muy estimulante film nacional.