Tratamiento mesurado, riguroso y sensible para una historia sencilla y cotidiana
El estreno de este film va a provocar en los espectadores una clara, y nunca mejor dicho, odiosa comparación con aquella otra, a mi entender exageradamente sobrevalorada “XXY”.
En principio y a simple vista, parecería ser que son muchos los puntos en común que tenderían paralelismo entre ambos filmes, pero a medida que se va pensando, cuestionando, las diferencias empiezan a ser notorias. Pues “El ultimo verano de la Boyita” se sustenta desde lo científico, cultural verificable para la instalación del verosímil, a contraposición la de Lucia Puenzo falla en la verosimilitud por el lugar geográfico en que se instala el relato y por la clase social de sus personajes.
Otro punto a tener en cuenta es la delicadeza con la que Solomonoff narra una historia difícil, utilizando, sin nunca perder el punto de vista de una niña, el ansia de saber de éste personaje lo que nos atrapa y quien nos impregna como espectadores para saber.
Julia Solomonoff no se pronuncia en juicios de valor, ni confiere a lo afectivo un lugar categórico, presenta el conflicto con sumo escrúpulo. La mesura y el rigor de una cineasta que convencida de su saber, y poseedora de una sensibilidad muy particular, construye un relato a partir de saber como presentar esos pequeños detalles que terminan por constituir un todo.
Así como Artaud hablaba en algunos casos de lo inútil de las palabras, pero si creía en la fascinación que producen las imágenes, los gestos hasta los ruidos y los silencios, sumado a los tiempos de cada acción es donde el film se sustenta y logra su más alto nivel. También cuenta con la excelente actuación de dos niños, Guadalupe Alonso y Nicolás Treise, muy bien dirigidos lo que termina de cerrar con absoluta naturalidad el texto fílmico.
Por otro lado, hablando del guión, no es casual la jerarquía de la recurrencia bibliográfica que le da la realizadora y guionista al personaje de Jorgelina, en contraposición del medio en que se mueve el personaje de Mario, y esto que aparece en el film como una segunda línea narrativa es, en realidad, la que cobra mayor importancia en lo que a choques culturales se refiere. Dos mundos enfrentados, la ciudad y el campo atravesados por otros dos también en apariencia antagónicos, la ciudad y el campo. Jorgelina esta atravesando ese momento casi mítico, a veces imperceptible del paso de la niñez a la adolescencia, criada en un medio donde el conocimiento es valorado como uno de los baluartes del crecimiento. Mario se constituye en una sociedad de acción, en el campo el saber esta dado por los actos, pero también por una tradición que superpone y supone un saber, que en realidad oculta una falta del mismo
En este punto es que los temas referentes a la sexualidad, son vistos como casi demoníacos, vergonzosos, y por ende ocultados.