Sensibilidad, belleza y precisión técnica
Situar a esta película cerca de otros films, por su tema, forma y género de la realizadora, no sólo es un ejercicio de pereza, sino también una manera de invalidar una obra que, incluso si no es brillante, tiene un sabor y una forma que contrastan con honestidad dentro del actual cine argentino.
El primer film de Julia Solomonoff parecía demasiado “a reglamento”, demasiado correcto como para transmitir emoción verdadera. Aquí la corrección fílmica se transmuta en seguridad técnica y la realizadora se dedica a sus personajes, a entenderlos y seguirlos más allá de las determinaciones del guión. Solomonoff maneja muy bien el hecho de generar una sorpresa anticlimática, pudorosa respecto de sus criaturas: descubrimos qué tiene el chico de extraordinario y qué consecuencias acarrea eso para la relación con una nena a punto de ser preadolescente. La realizadora ha cuidado con absoluta precisión, nuevamente, los elementos técnicos. Pero no por eso deja de pensar en sus criaturas. Hay un crecimiento sostenido de los personajes y una transparencia que invitan al espectador a compartir el viaje. Es cierto, hay también algún elemento metafórico quizás fuera de lugar y, también, en algunas secuencias, se impone la vieja tiranía del guión. Pero, en conjunto, transmite una sensibilidad –y una belleza enorme en sus protagonistas– que no está impostada, sino que surge de una investigación personal que pretende, sobre todo, comunicar un mundo.