El valle del amor es un drama que apuesta a sus grandes intérpretes pero pierde su rumbo.
Un hijo que se suicidó ha dejado cartas a sus padres, que estaban separados. En ellas les indica que si siguen itinerarios e instrucciones, podrán volver a verlo. Todo en el marco del Valle de la Muerte. La pareja de progenitores, que son actores, deberá tener una forzada convivencia a lo largo de una semana, en la que aflorarán toda clase de sentimientos para afrontar el duelo.
Dos baluartes del cine francés como lo son Gerard Depardieu e Isabelle Huppert cargan sobre sus hombros el peso de la película que, por momentos, es de un derrotero errático: con su carga de drama real, a veces onírico, en terrenos áridos, como si el paisaje se les impregnara en el alma.
El valle del amor parece por momentos una extraña mezcla de remordimiento, curiosidad y venganza malsana. Elementos con los que el director Guillaume Nicloux, juega y confunde, como si a veces ni él mismo supiera por qué decantarse, dejando a los enormes intérpretes franceses librados al azar. Como si el peso de sus carreras bastara para llenar la pantalla.
Un ensayo sobre las relaciones humanas al que ni el escenario caliente en el que se lleva a cabo la acción, logra insuflarle un aire de calidez a la tragedia extrema de la pérdida de un hijo.
El valle del amor no logra conmover, sino que desconcierta por la poca claridad del rumbo que nunca termina de tomar.