Nina (Cristiana Capotondi) es una madre que deja Milán para mudarse junto a su hija a un pequeño pueblo de Lombardía, donde, gracias a la recomendación de un cura, ingresará como enfermera a una prestigiosa clínica para ancianos. Pero allí las cosas no serán fáciles para esa mujer. Apenas unos días después de haber empezado en su nuevo puesto, un llamado del director del hospital para que vaya a su oficina durante la noche marcará el comienzo de una nueva etapa en su vida.
El valor de una mujer aborda un tema de enorme actualidad como los acosos y abusos sexuales en los ámbitos laborales. Un ámbito donde, en el caso de la película de Mateo Tullio Giordana, las propias mujeres operan como encubridoras de su jefe, ya sea a través de la naturalización de esos hechos o los silencios cómplices y las agresiones a Nina. Ni siquiera la falta de sororidad en ese lugar hará que ella detenga la lucha por hacer valer sus derechos y proteger su integridad.
Pero en esta película, a excepción de Nina, el resto de los personajes carecen de espesor dramático (el novio de ella, las compañeras que operan como coro antes que como mujeres autónomas) o una carnadura que los haga salir del trazo grueso. Con un guión algo torpe para llegar al hueso del relato lo más rápido que se pueda, El valor de una mujer es una propuesta más interesante en los papeles que en su desarrollo, la crónica de la guerra de una sola mujer contra un sistema dominado por hombres.