La lucha continúa
¿Qué es más terrible que perder la dignidad humana frente a una persona que debido a su poder, cree que puede usar su fuerza dada la necesidad de la persona a la que convertirá eventualmente en víctima?
De eso trata El valor de una mujer, una película con guion de Marco Tullio Giordana, Cristiana Mainardi y dirección del primero. Relata la negación de la violencia sexual, en este caso con conspiración de la iglesia, conspiración que se extiende hasta que la cuerda ya no da más. ¿Por qué es necesario ocultar esa violencia? Es una de las que preguntan que nacen.
De verdad al ver la película me surgieron miles de inquietudes. No todas fueron respondidas. Por fuera de las simplificaciones ideológicas, que tristemente atraviesan todos los campos sociales, políticos, institucionales, entre otros, poco hay aquí de moda de denuncia. Existen realidades intolerables respecto del maltrato que no pueden de ninguna manera albergar justificación. Tal vez porque (supongo que muchos de nosotros podemos decir lo mismo) hemos sabido de situaciones similares en diferentes contextos. ¿Y qué es lo que pasa con las personas responsables de estos comportamientos? Lo peor de todo es una sociedad cuyas piezas deciden hacer la “vista gorda” ante situaciones para cubrir a una “celebridad”, a una figura “contestaria” o un “fuerza política”. Nada de ello debería suceder ni permitirse. Es allí donde creo que la cultura de la dominación cultural masculina se le suma la decisión individual. Se puede elegir señalar situaciones de este tipo. No importa de quién se trate. Es sobre el delito, pero también se trata de propia responsabilidad al respecto, a la hora de ver si se conocen los hechos y la posibilidad de denunciarlos.
La verdad es que la historia conmociona, y es triste; es fuerte porque logró, mientras veía las imágenes, que piense en mujeres necesitadas de trabajo obligadas a someterse a alguien que utiliza su poder para doblegar la voluntad por la desesperación de sobrevivir. Un poco más de empatía, gente. De eso se trata. No hay bien común ni idolatría que valga a la hora de cubrir la responsabilidad de una persona que merece no solamente denuncia, también hacer conocer, al menos en teórica mirada educativa-social, hacerle entender a quien apañe que es, de alguna manera, cómplice de ese accionar.
El valor de una mujer es una película real y cruda en su muestra sobre una realidad brutal e injustificable.