Dos generaciones, un mismo fin.
Darío y Miguel Ángel, dos épocas, dos mundos, una misma idea: salir a la calle para reclamar por una educación pública en el Chile del ex presidente Piñera. Los estudiantes y su toma de escuelas junto a las llagas y heridas de la dictadura de Pinochet en un paisaje que estalla a la búsqueda de un objetivo. El cine también es azar (no confundir con improvisación), ya que Edison Cájas y su equipo de trabajo descubren la película allí mismo, en las marchas de esos jóvenes que durante meses de 2011 no pudieron contener ni la represión policial ni las directivas de un gobierno decidido a seguir con la historia de siempre: educación cara y posible para pocos, y el que la acepte, que se las arregle y endeude de por vida. El azar va construyendo los dos relatos paralelos, el arco empieza desde el secuestro de Miguel Ángel y las torturas que le inflige el régimen que parecía eterno, y sigue, con el joven Darío, quien perdió el año escolar debido a una toma estudiantil. La cámara recorre lo público y lo privado, jamás omitiendo al contexto de entonces, con esas calles pobladas de gente que desea cambiar aquello que ya no parece imposible. Pero más que nada, ausculta las intimidades de los dos protagonistas, bucea en sus rutinas, invade como un ojo que espía las mínimas acciones, que hasta pueden parecer poco importantes, pero que van conformando el propósito del film: comprender que Darío y Miguel Ángel son sujetos actuantes de un país que desea una educación accesible. Los recuerdos de la cruel dictadura se fusionan al deporte adictivo del hombre que ya padeció el horror, aferrado ahora a la raqueta de tenis como enseñanza. El presente de Darío, tal como se observa, requiere de mirar antes de opinar, hacer antes que reclamar a viva voz, estar allí en el momento que los hechos se producen. "El baile de los que sobran", el excelente tema de Los Prisioneros, será útil como desenlace para intuir un futuro mejor. Valió la pena estar ahí junto a Darío y Miguel Ángel, dos épocas, dos mundos unidos por un mismo propósito. Vale la pena, entonces, seguir conociendo las noticias sobre el tema, en una actualidad en permanente movimiento, como la misma historia que narra El vals de los inútiles, documental ficción (o viceversa) surgido del azar, a pura garra política y cinematográfica.