Quién dijo que todo está perdido
La lucha estudiantil chilena es llevada al cine por Edison Cájas en El vals de los inútiles (2013), increíble documental atravesado por el arco de dos historias similares separadas por casi cuarenta años de distancia. Una ocurrida en 1979 durante la dictadura de Pinochet y la otra en 2011, cuando miles de estudiantes salieron a las calles de Santiago a pedir por educación pública y gratuita.
Darío, es un estudiante de cuarto año que participa de la toma de un colegio en reclamo de educación pública y gratuita. Miguel Ángel es un empresario y tenista que en plena dictadura pinochetista fue secuestrado y torturado. Durante la lucha estudiantil de 2011 ambos deciden participar de la maratónica carrera de 28.000 horas alrededor del Palacio de la Moneda en repudio a las políticas neoliberales que imponía sobre la educación el gobierno del presidente Piñera. Edison Cájas toma ambas historias para trazar un paralelismo y marcar similitudes y diferencias en cuarenta años de historia reciente.
La rutina de ambos personajes es seguida por la cámara de Cájas, pero desde la acción diaria que los acompaña para así hablar a través de las imágenes sobre las secuelas de la dictadura a través del tiempo y de cómo está aún persiste en las políticas económicas del gobierno actual y en la mente de gran parte de la sociedad.
Entre Darío y Miguel Ángel hay más similitudes que diferencias a pesar de que entre ambos haya media vida de distancia. Los dos viven la lucha, desde el pasado y el presente, para cambiar las políticas de exclusión que los gobiernos imponen. A su manera y dentro del contexto social que les toca vivir, pero con las mismas ganas y convicciones.
La virtud de Cájas es el de hacer un film político desde la rutina diaria de dos seres anónimos y de cómo a través de ese compromiso sus vidas y la de un país se modifican. Lo que se muestra a medida de que los minutos avanzan es el crecimiento personal que adquiere Darío para cruzarlo con la experiencia vivida por Miguel Ángel, y así llegar a la conclusión que a pesar de todo nada está perdido.