Pateando piedras.
El avance del neoliberalismo construyó un consenso alrededor de la necesidad de considerar todos los servicios públicos como un negocio, instalando el miedo a la inflación y la pérdida del poder adquisitivo, y anclándolo a una sensación de inestabilidad política, social, económica y a un fantasma que la prensa denominó “inseguridad”. Chile no fue la excepción, o más bien, fue uno de principales referentes de esta política tras el golpe de estado que derrocó al gobierno democrático de Salvador Allende, colocando a Augusto Pinochet en el poder.
Si la situación social ya era apremiante en aquella época, la dictadura de Pinochet, en contubernio con organismos internacionales y agencias de inteligencia norteamericanas, instalaron una base de operaciones para poner en práctica las políticas neoliberales que los economistas de la Escuela de Chicago venían pregonando. El resultado fue el empobrecimiento de la clase media chilena y la apertura de una brecha social impresionante. Una de las consecuencias de esta política fue la privatización de la educación basada en el principio de la constitución sancionada en 1980, que cambiaba el derecho a la educación para todos por el derecho de las familias a educar a sus hijos.
Al igual que en Argentina, la protesta estudiantil marcó para Chile el comienzo de un cambio de mentalidad y el fin del miedo a protestar. Una nueva generación de líderes que desafiaron al aparato represivo no totalmente desmantelado surgió a partir de estas luchas durante el primer gobierno de Michelle Bachelet (2006-2010). El documental que nos convoca, El Vals de los Inútiles, se centra en la agudización del conflicto a partir de la organización de los estudiantes durante el gobierno liberal de Sebastián Piñera (2010-2014), quien sostuvo política e ideológicamente la educación como negocio a pesar de que la opinión pública se inclinaba cada vez más del lado de la lucha estudiantil por una educación gratuita y pública. El documental de Edison Cájas traza en este contexto un paralelismo entre la generación que puso a Allende en el poder y el movimiento estudiantil, situando la cámara en medio de las asambleas, las tomas, los debates y las entrevistas a un profesor de tenis que relata episodios de su época de militancia, y la de un estudiante del instituto Nacional que participa del movimiento que finalmente consiguió que se sancione la gratuidad de la educación en 2014, tras la reelección de Michelle Bachelet para un segundo mandato.
La obra destaca por su calidad estética a través de la fotografía y de los encuadres que acentúan conceptualmente la profundidad del campo como distinción entre la forma y el fondo, contraponiendo a los estudiantes con los carabineros y a los líderes de las asambleas. Al colocar la cámara en la lucha misma y en el presente, dejando la contextualización a los relatos del profesor de tenis sobre la historia del movimiento estudiantil truncado por la represión tras el golpe de estado de 1973, el documental crea una sensación de estar dentro de una lucha vertiginosa, de la toma de decisiones que rompen una barrera, lo que impulsa a buscar información sobre el derrotero de la educación en Chile a partir del conocimiento de un proceso social que implica la voluntad de sus protagonistas de cambiar su vida con coraje y gran conciencia política y social, a pesar de su corta edad.
El Vals de los Inútiles se convierte no solo en la crónica de una lucha pacífica e ingeniosa que marca el camino de una de las victorias más significativas contra las diferencias sociales en Chile, sino también en una memoria política que hasta incluye las canciones de rock de protesta que entonaba la mítica banda Los Prisioneros en los años 80, cuyo emblema fue El baile de los que sobran.