Vengar la historia
La protagonista de este documental de los directores Rosario Cervio y Martín Liji es una traductora y su desandar en el campo de la traducción del hebreo al alemán y del alemán al castellano se entrelaza con su andar en la búsqueda de rastros para reconstruir la estadía en suelo argentino del jerarca nazi Adolf Eichmann, sentenciado a muerte una vez que el servicio de inteligencia israelí le diera captura en Bancalari, provincia de Buenos Aires, para realizar un juicio y así dictarle la pena de muerte por su participación en la llamada Solución Final, medida aplicada por el nazismo para avalar el genocidio de millones de judíos y prisioneros de los campos de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial.
Si bien el eje de este documental ficcionado no opera particularmente en un enfoque revisioinista histórico de aquel juicio tan polémico para muchos, la idea de acumular testimonios de personas que convivieron con Adolf Eichmann, con nombre falso dada su condición de nazi recluido en Argentina luego de escapar tras la derrota de Hitler, resulta interesante el aporte de diferentes académicos que no solamente se encargan del cuadro de la persona detrás de ese vidrio blindado durante el juicio, sino de una explicación superadora del sistema de exterminio y de la ideología encarnada en lo que para muchos representaba el monstruo y para otros, como la filósofa Hannah Arendt, un hombre común que cumplía órdenes sin razonar sus acciones y que diera lugar a unos ensayos que le valieron a la autora enormes problemas con colegas y con la misma comunidad judía.
El relato estructurado en capítulos adopta la idea del viaje primero a la provincia de Tucumán a un pueblo cercano a un río donde Eichmann hacía trabajos de medición del agua con los baqueanos para la empresa Capri y tenía empleados a su cargo. Luego, el derrotero se instala en la provincia de Buenos Aires, con el testimonio de vecinos que aportan además de datos sobre el condenado algunas historias de su familia, su segunda esposa que pidió al Estado argentino intervención judicial una vez que su esposo fuera secuestrado allá por los ’60 por la Mossad con un pedido de extradición del comando que ejecutó esa tarea, negado sistemáticamente por Israel.
Hasta el momento de la condena en la horca, muy poco se pudo saber sobre Adolf Eichmann en esa puesta en escena de juicio, confrontarlo con las atrocidades que cometiera al firmar órdenes desde su escritorio alcanza al menos para tomar dimensión de un aspecto de su conducta autómata pero no a definirlo en toda su esfera humana. Claro que a la trivialización de sus acciones con los vecinos de aquella época de la posguerra, en un país que acogió con beneplácito a los nazis escapados de Europa -su buen trato y modales con la gente de su entorno en esta Nación- la sepultan las palabras de aquellos sobrevivientes a los campos de exterminio y toda la barbarie del régimen nazi sobre la faz de la tierra.