Pequeño gran film rumano
Aunque algo opacado en la consideración cinéfila internacional por sus compatriotas Corneliu Porumboiu, Cristian Mungiu y Cristi Puiu, Radu Muntean es, sin dudas, uno de los directores más interesantes del nuevo cine rumano. Tanto Boogie (2008) como Aquel martes después de Navidad (2010) ya lo ubicaban como un brillante guionista, narrador y director de actores. Con El vecino no hace más que ratificar y potenciar todas esas condiciones y atributos.
El antihéroe del film es Sandu Patrascu (Teodor Corban), padre de un adolescente absolutamente alienado por las nuevas tecnologías (de Facebook a los videojuegos de lucha), que maneja con su esposa Olga (Oxana Moravec) un negocio de gestoría dedicado a registrar en oficinas públicas a los nuevos dueños de automóviles.
El protagonista -que parece prestarle más atención a su perro que a sus familiares- escucha unos ruidos violentos en el departamento de una joven vecina, pero cuando ella aparece muerta y tiene la oportunidad de denunciar al casi seguro asesino opta por callar.
Esa cobardía le sale cara, ya que el sospechoso empieza a aparecer cada vez más seguido entre su círculo íntimo con una conducta en principio amistosa, pero que esconde un sesgo amenazante. ¿Cuándo y cómo explotará esa tensión contenida? Ése es el enigma que maneja con brillantes recursos y herramientas Muntean, aunque en el cine rumano suelen ser más importantes las formas, los climas, los universos personales y los detalles que la eficacia y el impacto de las resoluciones (es el reino de los finales abiertos).
Thriller psicológico con reminiscencias hitchcockianas, El vecino fluye con elegancia, convicción e inteligencia entre la presión interior, la cotidianeidad de personajes con múltiples facetas y el enigma propio de un asesinato con posterior investigación policial. Otro pequeño gran film de Muntean y del (por suerte) inagotable cine rumano.