Sandu Patrascu (Teodor Corban) es el prototipo del hombre común. Juguetón con su perro Jerry, intenta ser un padre ejemplar y con su mujer, Olga (Oxana Moravec), trabaja como agente de licencias de manejo. Bien intencionado tanto en su rol de padre como de ciudadano, un día, subiendo las escaleras hacia su departamento, escucha en el primer piso una violenta discusión entre la vecina del primero y el vecino del segundo. Al día siguiente se entera de que la chica está muerta y un policía lo visita para interrogarlo. Sandu se hace el tonto, prefiere no mencionar el incidente con Vali (Iulian Postelnicu), su vecino del segundo, para no generarle un conflicto a su familia. Pero la conciencia de Sandu tiene un rol invisible, lo perturba por las noches y lo subleva cada vez que Vali, misteriosa o perversamente, trata de interferir en su vida familiar. El cine rumano se especializa en esta clase de thriller, sin efectos dramáticos ni la parquedad del cine de autor, con un efecto similar al que consiguió Ana Katz con Mi amiga del parque. Incómoda e irresoluta de principio a fin, El vecino es una de las muestras más refinadas de esta tensión de la cotidianeidad.