Un incómodo secreto compartido
Para Sandu Patrascu el día comenzó como todos los días. Salió temprano por la mañana a pasear a su perro, Jerry, siguiendo su rutina de ejercicio físico y dieta que asumió para bajar unos kilos de más que le están molestando.
Sandu tiene alrededor de 50 años, vive con su esposa Olga y con su hijo adolescente, Matei, en un apartamento en Bucarest.
Al regresar a su casa, luego del paseo matinal, se topa con una situación algo incómoda. Sandu y su familia viven en el tercer piso de un edificio que no tiene ascensor. Subiendo las escaleras, al pasar por el segundo piso, el protagonista escucha una discusión que proviene de un departamento. Son un hombre y una mujer que levantan la voz en una rencilla doméstica. Pero algo lo detiene a Sandu, no se sabe si es preocupación o simplemente curiosidad. El caso es que de la puerta desde donde se oyen los gritos, de pronto sale un hombre joven y se cruza con él. Incómodos los dos, cada uno va para su lado.
Después, el día sigue normal. Sandu se va a su trabajo, en una gestoría de trámites del automotor, una actividad que lleva adelante junto con su esposa, quien trabaja desde su casa. En medio de su jornada laboral, al tomar contacto telefónico con Olga por motivos de trabajo, se entera de algo que lo deja helado. En el piso de abajo, encontraron muerta a la joven, llamada Laura, que vivía en el piso de abajo, con un fuerte golpe en la cabeza. Se trata del departamento 21, donde Sandu escuchó la discusión.
Al volver a su casa, Sandu se encuentra con el lugar sellado por fajas de seguridad. La policía ya ha tomado cartas en el asunto y hay un proceso de investigación. Todos los vecinos están consternados.
Resulta que el joven que salió de ese mismo departamento cuando Sandu volvía de pasear a su perro también vive en el segundo piso, pero en el departamento 23 y con su esposa. El joven se llama Vali. Pero aparentemente, nadie lo ha asociado con el deceso de la muchacha.
Sin embargo, Vali sabe que Sandu lo vio salir de ahí horas antes de que la chica aparezca muerta, y Sandu sabe que es muy posible que Vali sea un asesino.
Ambos se cruzarán una y otra vez, como antes, en las escaleras del edificio o en la calle, y la tensión se siente en el aire. Ambos se miran con desconfianza. Hasta que Vali decide involucrarse pidiéndole a Sandu que le haga un trámite para transferir la propiedad de su automóvil. A partir de ese momento, el muchacho no deja de merodear al hombre y también a su familia, en una actitud que molesta a Sandu.
La tensión va a estallar cuando Vali directamente le pregunte por qué no lo denunció a la policía. Vali insiste y provoca a Sandu hasta que éste pierde los estribos y toma una actitud de querer escarmentar al sospechoso, como si se tratara de algo personal entre ellos.
El relato de Radu Muntean tiene las características que definen al nuevo cine rumano y es que partiendo de historias simples y de circunstancias cotidianas, los personajes se sumergen de improviso en una situación nueva, extraordinaria, que rompe la monotonía de la vida y que plantea una serie de inquietudes que implican a la conciencia moral, pero también cuestiones de seguridad y otros asuntos más pragmáticos.
Ese hecho fortuito, que sacude la vida interna del condominio, lo pone a Sandu frente al desafío de resolver un dilema. Evidentemente, el personaje no confía en las instituciones y aun sabiendo que su vecino es peligroso, decide tomar él en sus propias manos el problema, y pretende hacerle entender a Vali que allí es él quien manda.
Si tiene éxito o no en su acción, es algo que en el film no queda firme, pues el final es abierto. Pero el rostro de Sandu, luego de marcarle los límites al joven impertinente, muestra cierta satisfacción y una especie de alivio. Hasta ahí, todo indica que el turbio asunto quedará como un secreto incómodo entre dos personajes que se tendrán que vigilar uno a otro indefinidamente, pero quién sabe...
“El vecino” es un film inteligente. Muestra una situación y su desenlace, pero no ofrece explicaciones. Los personajes actúan movidos por sus propios deseos y tienen motivaciones que no son explícitas, la interpretación de sus actos queda al criterio de los espectadores, quienes podrán hacer conjeturas pero a quienes la película no ofrecerá ninguna respuesta definitiva.