Un argumento poco convincente que privilegia la acción diluye los atractivos de esta remake
El vengador del futuro es la remake de una película estrenada hace apenas veinte años dirigida por Paul Verhoeven y protagonizada por Arnold Schwarzenegger. Ese solo hecho genera más material para la reflexión que sus dos horas de duración. Por un lado, confirma que no hay ideas nuevas en Hollywood y, por otro, reafirma la sensación de que la mayoría de los espectadores contemporáneos no consumen nada que no haya salido del horno especialmente para la ocasión. Además, esta nueva versión tiende a minimizar el peso del argumento con lo cual, como marco para tantas peleas y persecuciones, se podría haber utilizado cualquier otra trama.
La historia está ambientada en el futuro, donde las personas pueden comprar el implante de recuerdos falsos en la mente. Este es un tema caro a Philip Dick, el autor del cuento original (algo similar sucedía en Blade Runner ). Douglas (Colin Farrell), un trabajador aburrido de sus trajines cotidianos, sueña con una vida como doble agente y se tienta con probar fortuna con un implante. El procedimiento falla y los acontecimientos se hacen inmanejables. O no, porque lo que sucede responde más o menos a su pedido de alterar con aventuras la monotonía de su vida diaria. La imposibilidad de determinar qué es real y qué sucede solamente a nivel cerebral va de la mano con las dudas: ¿es el agente que ha perdido la memoria o es el aburrido ciudadano que imagina ser agente?
El contexto político imaginado para ese futuro involucra un mundo devastado por una guerra química que deja a la población separada en dos zonas, relacionadas violentamente, y que evocan un imperio y sus colonias. Sin embargo, cualquier intento de denotar un mensaje político se diluye en la importancia que la dirección le otorga a las escenas de acción.
Respecto de la versión de Verhoeven, esta remake prescinde de Marte y abusa de la acción, reemplaza a dos mujeres hermosas pero distintas (la rubia Sharon Stone y la morocha Rachel Ticotin) por dos mujeres hermosas pero iguales (Kate Beckinsale y Jessica Biel), disuelve las dudas metafísicas y actualiza los efectos especiales. El mundo del futuro que imagina toma mucho del cine: el predominio de leyendas y rostros orientales, la lluvia persistente y las edificaciones monumentales parecen provenir de Blade Runner, mientras que los policías robotizados son una cruza de Robocop con Star Wars .
También se extraña a Schwarzenegger. No porque Colin Farrell no sea un actor más que correcto sino porque la ingenuidad y frescura del ex gobernador de California le daba más credibilidad a la historia del hombre que se encuentra en una situación que no comprende: el clásico esquema hitchcockiano. Farrell podría ser perfectamente un agente doble desde el comienzo de la película.
La relación equívoca de Douglas con su pasado evoca la que esta remake mantiene con su antecesora: una de las dos es real, la otra, innecesaria.