Publicada en la edición digital #244 de la revista.
Publicada en la edición digital #243 de la revista.
Publicada en la edición digital #242 de la revista.
Un argumento poco convincente que privilegia la acción diluye los atractivos de esta remake El vengador del futuro es la remake de una película estrenada hace apenas veinte años dirigida por Paul Verhoeven y protagonizada por Arnold Schwarzenegger. Ese solo hecho genera más material para la reflexión que sus dos horas de duración. Por un lado, confirma que no hay ideas nuevas en Hollywood y, por otro, reafirma la sensación de que la mayoría de los espectadores contemporáneos no consumen nada que no haya salido del horno especialmente para la ocasión. Además, esta nueva versión tiende a minimizar el peso del argumento con lo cual, como marco para tantas peleas y persecuciones, se podría haber utilizado cualquier otra trama. La historia está ambientada en el futuro, donde las personas pueden comprar el implante de recuerdos falsos en la mente. Este es un tema caro a Philip Dick, el autor del cuento original (algo similar sucedía en Blade Runner ). Douglas (Colin Farrell), un trabajador aburrido de sus trajines cotidianos, sueña con una vida como doble agente y se tienta con probar fortuna con un implante. El procedimiento falla y los acontecimientos se hacen inmanejables. O no, porque lo que sucede responde más o menos a su pedido de alterar con aventuras la monotonía de su vida diaria. La imposibilidad de determinar qué es real y qué sucede solamente a nivel cerebral va de la mano con las dudas: ¿es el agente que ha perdido la memoria o es el aburrido ciudadano que imagina ser agente? El contexto político imaginado para ese futuro involucra un mundo devastado por una guerra química que deja a la población separada en dos zonas, relacionadas violentamente, y que evocan un imperio y sus colonias. Sin embargo, cualquier intento de denotar un mensaje político se diluye en la importancia que la dirección le otorga a las escenas de acción. Respecto de la versión de Verhoeven, esta remake prescinde de Marte y abusa de la acción, reemplaza a dos mujeres hermosas pero distintas (la rubia Sharon Stone y la morocha Rachel Ticotin) por dos mujeres hermosas pero iguales (Kate Beckinsale y Jessica Biel), disuelve las dudas metafísicas y actualiza los efectos especiales. El mundo del futuro que imagina toma mucho del cine: el predominio de leyendas y rostros orientales, la lluvia persistente y las edificaciones monumentales parecen provenir de Blade Runner, mientras que los policías robotizados son una cruza de Robocop con Star Wars . También se extraña a Schwarzenegger. No porque Colin Farrell no sea un actor más que correcto sino porque la ingenuidad y frescura del ex gobernador de California le daba más credibilidad a la historia del hombre que se encuentra en una situación que no comprende: el clásico esquema hitchcockiano. Farrell podría ser perfectamente un agente doble desde el comienzo de la película. La relación equívoca de Douglas con su pasado evoca la que esta remake mantiene con su antecesora: una de las dos es real, la otra, innecesaria.
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La Alianza Anticomunista Argentina, conocida como la Triple A y desarrollada bajo las presidencias de Juan Domingo Perón y de María Estela Martínez, fue pionera en la utilización del aparato del Estado para asesinar y realizar otro tipo de atentados. Como se tiende a pensar la represión clandestina con un punto original sin pasado -el 24 de marzo de 1976 o, en todo caso, como algo restringido a las Fuerzas Armadas-, Parapolicial negro pone a la historia de los últimos años en una perspectiva más justa. El documental presenta varios testimonios en paralelo y recrea ambiguamente algunos momentos ficcionales que pueden o no ser ilustrativos de la historia que se está contando. El testimonio más rico, el que ameritaba una película por sí sola, es el de Ana María Gil Calvo, la viuda de Eduardo Almirón, uno de los líderes de la Triple A. Su testimonio, estudiadamente ingenuo y fresco, se va enrareciendo a lo largo de la película. A través de sus palabras nos asomamos a la intimidad de la mano derecha de López Rega en lo que se va convirtiendo en un relato entre kitsch y siniestro, entremezclando notas cariñosas en la puerta de la heladera con recuerdos de Khadafy y de Fraga Iribarne y pruebas de puntería de armas de fuego en su propia humanidad. Un segmento de la película está dedicado a la prehistoria de la Triple A, sus orígenes oscuros dentro de la propia fuerza policial. El trabajo periodístico es impecable, pero cierto apuro en contar demasiadas cosas y el tiempo perdido en las innecesarias reconstrucciones le juega en contra a una historia compleja y con muchos nombres. Uno de los entrevistados es editado de manera que todas sus pausas queden afuera, como si hablara a los saltos. Esta idea de "acelerar" un testimonio implica interesarse exclusivamente en el contenido textual de su declaración. Lo cierto es que los silencios, las pausas, las vacilaciones, son parte de lo que el testimoniante expresa: refuerzan, acentúan, relativizan lo que se está diciendo. Despareja, abrumadora, excesiva, Parapolicial negro se hubiera beneficiado de un recorte más austero de temas y elecciones formales. Aun así cuenta con un testimonio invalorable y desconocido hasta nuestros días, acompañado por un trabajo periodístico notable.
Hay varias películas dentro de Crónicas de la serpiente: no todas son buenas o igualmente interesantes y es probable que el resultado total sea menor que la suma de las partes. La película cuenta la situación de los llamados pueblos originarios antes de la Conquista, relata sus cosmogonías, describe la violencia que sufrieron a manos de los invasores españoles, su situación actual, cómo conservan sus tradiciones, la pobreza en la que están sumidos, los trabajos en condiciones indignas, etcétera. La voz en off dice textos producidos especialmente y recrea otros escritos de distintas épocas pero también testimonios de los pueblos indígenas en la actualidad, en su propia lengua. Las imágenes pueden provenir de los paisajes de las zonas donde viven o vivían los indígenas, dibujos antiguos o creados especialmente, o de noticieros de hace algunas décadas (este último material de archivo, que denota una mirada paternalista o incluso despreciativa por parte de la sociedad, es el que perfila la película más atractiva). Esa heterogeneidad le da a Crónicas de la serpiente , al mismo tiempo fuerza y confusión. Las distintas líneas narrativas y los diversos modos de representación denotan una gran pasión por el tema pero no están encausados más que por una idea vaga, definida por la expresión "pueblos originarios". La frase, muy en boga en la actualidad, denota cierta rigidez tanto en el tiempo, ubicando un origen puntual en lo que en realidad fue un devenir igualmente violento entre distintas civilizaciones, como una mirada indiferenciada a lo que fueron en realidad varias culturas diferentes. De la misma manera, la película necesariamente reduce y simplifica demasiados temas, pasando de uno a otro de una forma casi caótica. La explicación de las fallas de esta película noble pero fallida se encuentra en los títulos que aparecen en su comienzo. Allí se enumeran a los responsables del "contenido antropológico" y del "contenido filosófico". El cine utilizado como mero continente de determinados "contenidos", sin haber hecho demasiada reflexión acerca de su especificidad y de sus formas: ese es el problema de Crónicas de la serpiente .
Relato simplista que no logra su cometido de mostrar un peronismo sin contradicciones En el último aluvión de producciones audiovisuales destinadas a narrar el peronismo o alguna de sus derivaciones se destaca, de alguna manera, Eva de la Argentina . No es la primera vez que se utiliza el recurso de la animación para poner en pantalla a los protagonistas de la política argentina de la última mitad del siglo XX: de hecho, Leonardo Favio, en su majestuosa Perón, sinfonía de un sentimiento , la contaba entre sus múltiples formas. Sin embargo, la comparación no puede ser más desafortunada para la producción de María Seoane. Si a través de la desmesura, Favio lograba reconvertir la precariedad de la animación utilizada y el maniqueísmo del punto de vista en una expresión lírica conmovedora, superadora de los datos históricos coyunturales, Eva de la Argentina se queda corta (literalmente, apenas supera la hora de duración) en cada uno de sus intentos. Pobre estéticamente, la simplificación de la historia que propone aparece en pantalla desnuda en sus limitaciones. Los dibujos de Solano López, el mítico creador de El eternauta , recientemente fallecido, son utilizados con la técnica de animación cut out , que usa figuras planas recortadas, de poca movilidad. A eso se le suma material de archivo, siempre más interesante. El resultado es estático y fatigoso, sin brillo y caricatural. Aves de rapiña pintadas con los colores de la bandera norteamericana, Evita recorriendo fábricas los días anteriores al 17 de octubre de 1945 con un pañuelo idéntico al de las Madres de Plaza de Mayo: todo es simbólico y recargado, pero sin vibración emocional. Otro problema que presenta la película es la dispersión narrativa. Anclada en el relato de un Rodolfo Walsh recluido en la clandestinidad, escribiendo su célebre "Carta abierta a la Junta Militar" al mismo tiempo que cuenta la historia del peronismo y desarrolla su cuento "Esa mujer", la película avanza en distintas direcciones temporales. Una de ellas es la vida de Evita, desde la humildad de sus orígenes hasta su encuentro con Perón, la Fundación y su trágica muerte. Otra es la deriva demencial de su cadáver bajo los regímenes militares, y la tercera, la valentía de Walsh bajo la dictadura. El resultado es un relato anárquico y disperso, unificado solamente por la necesidad de conciliar distintas épocas y causas bajo la consigna de mostrar un peronismo sin contradicciones ni costados oscuros.