Primero, Paul Verhoeven es un realizador holandés capaz de realizar grandes films en muchos géneros, pero cuyo interés no reside en la violencia que inunda sus películas sino en la ironía de que esa violencia sea parte de la condición humana. Sus películas son espectáculos y otra cosa: comentarios sociales y, sobre todo, políticos. De allí que el original El vengador del futuro, aquel film con Arnold Schwarzenegger y breve papel de Sharon Stone, tuviese una vuelta de tuerca cruel y satírica en cada secuencia de acción. Verhoeven decía en aquella película que la realidad era producto de una manipulación política. Esta nueva versión es una mala lectura: mejora gráficamente las secuencias de acción pero les quita, al no comprender la ironía del original ni su costado metafísico, cualquier peso. Solo se trata de un tipo que corre sin saber si está en el mundo real o en el de su imaginación, nada más. Así, la historia -como en un mal videojuego- es apenas una excusa para saltar de una corrida a otra, de un salto a otro, de un disparo al de más allá. Oportunidad desperdiciada: el film original era previo a internet y el discurso sobre lo virtual y lo irreal, por lo que una nueva versión permitía entrar con más fuerza en esos temas. Pero para eso habría hecho falta un auténtico director de cine.