"No jodas con tu cerebro, amigo. No vale la pena".
(Harry, Total Recall, 1990)
Escribir sobre una remake no es fácil. El reproche generalizado atribuye su origen a la falta de ideas, argumento prejuicioso si los hay, que saca conclusiones sobre el resultado final aún desde la etapa de pre-producción. ¿Puede separarse a la segunda versión de la original? Scarface, The Thing o Cape Fear deberían ser ejemplos de la independencia sobre aquello que da origen, a la vez que hoy se confirmarían como excepciones a la regla. El constituirse en una obra nueva a partir de algo preexistente es el horizonte que estos clásicos han alcanzado. Por el contrario hay quienes tienen un objetivo menos ambicioso y, por ende, más tangible: una mera actualización, un cambio de época, una adaptación moderna de aquello todavía vigente. Si la condición es el servilismo a la primera, el reclamo es al por qué de la nueva realización, si la diferencia se hace norma, la crítica se produce por las libertades que se permite. En estos casos parecería que la clave está en el equilibrio entre aquello que es propio de la original y eso que, a su vez, hace de este un producto original. En este segundo grupo se encuentra Total Recall.
La remake de Len Wiseman (Underworld) del clásico de Paul Verhoeven se limita a limar asperezas. En ese sentido, si bien mantiene el argumento en líneas generales, pierde parte de su esencia. Barre la superficie y así mantiene a raya, en pos de la simplificación, aquellos aspectos de la primera que el realizador encuentra problemáticos. Así reformula el mapa planetario, pierde los incontables insultos y se hace apta para mayores de 13, abusa de explicaciones en torno a Rekall y elimina la ambigüedad creciente del film original (el mal manejo de la escena clave en la que el protagonista se permite dudar es un ejemplo) y expone sin sutileza la desigualdad que divide a la sociedad. Se vuelve así una entrega fría, calculada, que explora a medias los vericuetos de la mente a la vez que lo físico gana pantalla.
Porque si en algo se destaca esta nueva Total Recall es en la acción, fuerza imparable que desde el comienzo compensa la falta de profundidad. Entre el cruce de este género con la ciencia ficción, es el primero el que se ve reforzado con secuencias de alto ritmo a base de combates cuerpo a cuerpo, constantes persecuciones y carreras en velocidad sobre techos o a través de ellos, las cuales elevan el grado de tensión a niveles que lo psicológico no logra alcanzar. Ascensores, naves espaciales, azoteas, cualquier superficie es apta para un despliegue coreográfico del que salen mejor parados Colin Farrell, Kate Beckinsale y Bryan Cranston, quienes comparten los puntos más altos de la producción.
Wiseman aspira a ofrecer una nueva versión de la de Verhoeven, pero para ello reutiliza en el camino elementos vistos en otras películas del género, aspecto que conspira contra el resultado final que acaba por ser menos que memorable. Desde las búsquedas de Minority Report o Blade Runner, con las que comparte fundador en Philip K. Dick, hasta los lens flares de J.J. Abrams, todo pasa por un proceso de reciclado industrial que lleva a pensar en más de una oportunidad que esto no es un recuerdo sólo de 1990.