Extraña sensación deja “El verano siguiente”. Uno sabe que va a ver un documental, que las imágenes que se registran en éste género son un recorte de la realidad de alguien, del algo, o ambas cosas a la vez. Si a los efectos de un análisis comprensivo tuviéramos que separar por grupos entre lo producido para cine o TV, hay documentales narrados (a veces sobre-explicando o dándole un tinte humano al comportamiento animal), también otros con la entrevista en tercera persona con inserts de imágenes de archivo, y otros que eligen un camino más comprometido con la imagen a través de la cual vemos (casi en tiempo real) aquello que se desea retratar. Sylvaine George o el propio Herzog son ejemplos de lo último. En todos los casos estamos frente a la inquietud de los realizadores buscando encontrar respuestas a preguntas básicas (qué, por qué, cuando, etc.), y hasta podríamos pensar que el responsable del producto final invita con éste al espectador a preguntarse lo mismo y, en el mejor de las casos, encontrar alguna respuesta.
Muy poco de esto está presente en “El verano siguiente”. El cantante y líder de una banda dice en off que estaban abordando la grabación del último disco y ocurrió un accidente. Buen planteo, pero los siguientes 40 minutos serán un largo e interminable collage de imágenes registradas por distintos especialistas con intenciones periodísticas. El armado de un estudio, discusiones en el seno de la banda de cómo encarar una canción, algo de la mística del grupo, un asado, mates, juegos de playstation, todo matizado con una desorganizada muestra de los integrantes sin que en ningún momento aparezca un graf ni nada que ponga blanco sobre negro de lo que estamos viendo.
Para aquellos que no tengan ni la menor idea de quienes son los NTVG (No te va a Gustar, tal el nombre del grupo de rock), la película los va a dejar completamente afuera. Acaso solamente los ultra fanáticos, de esos que reconocen a los integrantes caminando por la calle, sean los que verdaderamente podrán sentir lo que las imágenes pretenden transmitir.
La producción en este caso no pretende (¿no puede, no sabe?) ser literal ni informativa, sino más bien un intento desordenado de transmitir cómo la fatalidad que sufrió NTVG afectó, y afecta, el funcionamiento, el proceso creativo, las relaciones humanas, etc. Si es por esto, el nivel de compromiso queda diluido ante la falta total de información, y al dar absolutamente todo por entendido, es difícil conectarse.