Cine de superficie sobre temas espinosos
El iraní Asghar Farhadi ha conseguido dos Oscar a la mejor película extranjera -entre muchos otros premios- en apenas cinco años. El viajante comparte con su otra oscarizada -La separación- una tensión argumental fuerte, la cámara nerviosa cercana a los personajes, el montaje veloz, áspero, cortante. Ambas películas se siguen con interés, incluso con angustia. En El viajante estamos ante una pareja que debe abandonar su departamento por riesgos de derrumbe: las paredes resquebrajadas anuncian simbólicamente lo que viene. Ambos actores de teatro (él, además, es docente) están no solamente sin casa, sino además en los ensayos finales de La muerte de un viajante, y un compañero les ofrece un departamento del que se acaba de ir una inquilina anterior, aunque todavía hay muchas de sus pertenencias. La inquilina anterior era prostituta -en los diálogos hay diversos eufemismos para definirla- y un cliente entra cuando la nueva dueña de casa está sola y hay un confuso y violento episodio, que no vemos.
A partir de ahí Farhadi construye con notoria habilidad -incluso al apoyarse en las representaciones de la obra de teatro para amplificar emociones de manera tangencial- este relato de dudas, fastidios, miedos, acusaciones, grises diversos y hasta solidaridades (los vecinos son modélicos). Hay una progresiva obsesión del marido de la agredida, un creciente malhumor, la noción de vida arruinada y el juego típico en el director -que es muy astuto para filmar el malestar y divertirnos con él- para que cambiemos las empatías, las identificaciones, los rechazos.
Con gran pericia para que cada secuencia tenga suspenso, interés o al menos morbo, Farhadi despliega los diálogos a gran velocidad, como si su cámara huyera programáticamente del silencio. Cuando llega el tramo final, El viajante apuesta todavía con mayor fuerza por el trabajo vistoso y efectista en aras de la tensión. La película de Farhadi es entretenimiento con temas espinosos, y en ese sentido es una muy buena propuesta, ágil, entretenida. Pero como suele suceder con películas de mucho menor prestigio, la pericia y la astucia logran disimular las inconsistencias, pero no eternamente. Termina el relato y nos ponemos a pensar que tal detalle un tanto arbitrario fue fundamental para la trama, y que cómo se explica tal otra cosa, central para que podamos hablar de cohesión, coherencia o lógica. Farhadi propone un cine de la superficie, pero con sellos de profundidad. Divierte y distrae, y gana Oscar, a diferencia de sus compatriotas Kiarostami y Panahi, grandes cineastas.