Reciente ganadora del Oscar, por segunda vez para su director, el ausente de la ceremonia Asghar Farhadi, El Viajante es un drama tenso y atrapante sobre todo eso que pasa a partir del ataque a una actriz -mientras se ducha en su casa-, casada con un actor y profesor secundario con el que además pone en escena Muerte de un viajante de Arthur Miller. La carga moral que da peso a cada plano de esta historia mínima, entre el thriller y el drama intimista, tiene eco en el afuera, una pintura de una sociedad a través de lo que producen sus usos y costumbres en la culpa, la vergüenza y las miserias individuales.
La tensión que generan estos asuntos en juego sobre sus dos protagonistas -y los secundarios que pivotean alrededor de ellos- es tan enorme que Farhadi no necesita arreglos, ni música, ni adornos visuales. Las acciones están arropadas en silencio y palabras rotas, a veces como escupidas, de personajes que no quieren decirlas, ni estar ahí, ni en ninguna parte. Sí, El Viajante transmite una gran desazón, una desesperanza que parece describir un mundo que se resquebraja, como el edificio de su magnífica secuencia inicial.