En el camino
Una historia real llevada a la ficción con sus protagonistas.
Francis Estrada se vio, uno imagina, ante una decisión complicada a la hora de recrear los hechos reales que inspiraron la historia que se cuenta en El viaje de Avelino .
Una opción era documentar el hecho: el viaje de un padre, a lomo de burro, con su hija enferma, para llevarla al pueblo más cercano a ser tratada. Debería usar testimonios y materiales de ese estilo para eso. Pero, sabía decisión, decidió evitar esa opción.
Lo que hizo fue, si se quiere, más cercano a ciertas estéticas predominantes hoy: la recreación del hecho, pero no con actores sino con los mismos protagonistas, algo que es usual en el cine iraní, por ejemplo (Abbas Kiarostami y Jafar Panahi han hecho experiencias similares) y que aquí se usó poco.
El resultado es prolijo, limitado en su alcance, cuidado en su realización, pero que no alcanza a cobrar vida del todo a lo largo de los escasos 64 minutos que dura el filme. La anécdota es simple y las imágenes deberían proporcionar el misterio y el agobio de la increíble proeza de Avelino. Pero no lo logra del todo. Estrada muestra momentos de ese recorrido, algunos diálogos, los detalles y pequeñas situaciones que se generan, pero no logra acumular tensión o involucrar al espectador del todo en la travesía.
Tal vez, parte del problema tenga que ver con que los participantes de esta historia, puestos a “actuar de sí mismos”, desnudan el artificio permanentemente con diálogos en los que se los ve incómodos, forzados. Esa naturalidad, ese hilo tenue que une a la ficción con el documental, allí desaparece.
El viaje de Avelino no se arriesga a extremos contemplativos como los del cine de Lisandro Alonso. Tampoco intenta -por suerte- atornillarnos desde el sentimentalismo. En la vida real habrá llegado a destino, pero en la cinematográfica se queda a mitad de camino.