“El vicepresidente: más allá del poder” arranca de la tesis acerca de que a partir del 11 de septiembre de 2001, día de la caída de las Torres Gemelas, el vicepresidente de los Estados Unidos en la gestión de George W. Bush, Dick Cheney, se convirtió en el hombre más poderoso del mundo, con la virtud adicional de lograr que nadie se diera cuenta. Luego, las siguientes dos horas se ocupan de describir cómo un borracho pendenciero, expulsado dos veces de la universidad, logró adquirir y manejar ese gran poder desde las sombras.
Esta es una película tan ambiciosa como divertida sobre los vericuetos del poder. Interpretada por un camaleónico Christian Bale, empieza como el joven borracho y peleador recriminado por su esposa, Amy Adams, y tomado como discípulo por una especie de mentor dentro del partido republicano, el asesor de Nixon encarnado con su talento habitual por Steve Carell, que aporta a esta comedia negra algunas de sus mejores escenas y logra un apropiado retrato sobre el cinismo de los políticos.
Por último es Sam Rockwell como Bush el que termina por definir con su caricaturesco retrato a este film, que podrá tener muchos ángulos serios, pero que en el fondo no abandona su espíritu de comedia sobre el mundo en el que vivimos.
Hay que destacar el estilo de collage multimedia cosechado con mucha originalidad por el director y guionista Adam McKay, que se ocupa de mezclar permanentemente su biografia ficticia con imágenes de la realidad y de insertar bombardeos a Vietnam con los comentarios cínicos de un burócrata de Washington.