El Vicepresidente: Voto en blanco.
Desconocido para el mundo incluso durante su mandato, esta comedia basada en hechos reales retrata la vida y carrera política del vicepresidente con más poder en la historia moderna.
Conocido por sus grandes colaboraciones con Will Ferrel a lo largo de los años, hace un tiempo ya que el director Adam McKay ha hecho suyo el género de la sátira política. Desde su trabajo como guionista en Saturday Night Live, que tiene una rica historia de parodias de políticos, pasando por su guion para la comedia La Campaña (2012), sobre un enfrentamiento de candidatos durante el camino a una elección. Finalmente su gran salto en 2015 con The Big Short claramente siguió esos pasos, no centrándose en la política puntualmente sino en la crisis económica que envolvió a los Estados Unidos en 2008. Le valió cuatro nominaciones al Oscar y una estatuilla por Mejor Guion Adaptado, por lo que no sorprende que haya repetido formula para este proyecto también basado en hechos reales y que espera una respuesta similar en los próximos premios de la Academia.
Vice se centra en la figura del vicepresidente estadounidense Dick Cheney. Su carrera política al igual que vida personal, y como terminó ascendiendo hasta una posición de poder incomparable a la de cualquier vicepresidente en la historia. No es ninguna exageración decir que este ignoto político al que pocos conocían incluso cuando fue elegido para su mandato llegó a moldear de forma sorprendente el mundo moderno en el que los Estados Unidos se encuentra sobreviviendo; aunque eso sí: que la película sea o no una exageración en sí misma es otra historia.
No es difícil ver porque el film fue polémico y dividió las aguas en su tierra natal. Tampoco es que sea muy difícil hacerlo, pero es innegable que este es un retrato de una figura política enteramente pintado por el partido contrario. La misma película en un momento muestra una discusión entre un demócrata y un republicano, haciendo el clásico de apuntar a que están conscientes de esta dicotomía sin realmente ofrecer solución o evidencia alguna de que tuvieron algún interés en que las cosas no estén en blanco y negro. De todas maneras, nosotros que vivimos lejos de esa realidad política norteamericana podemos verla ajenos a esa rivalidad puntual (por más similar que sea a las nuestras) y dejarnos llevar por las aguas de la peligrosa simplicidad de “Republicano es malo y Demócrata es bueno”. Después de todo otras de las cosas innegables es que, por más que intente ser fiel y serio en las cuestiones más fuertes de la trama, el objetivo del film es en todo momento entretener de la forma más pochoclera posible.
Por otro lado, hay un punto en el que todos parecen estar de acuerdo: en esta película hay excelentes actuaciones, comandados por un irreconocible Christian Bale que logra liderar un film tan salvaje y desencadenado como este. A su lado lo escudan Steve Carrell y Sam Rockwell con dos interpretaciones que logran brillar en cada segundo que ambos están en pantalla. En la otra cara de la moneda esta el otro gran nombre del poster. Amy Adams hace un papel muy similar a otros que le vimos a hacer de gran manera en el pasado y en esta ocasión se siente como una copia más aguada de lo mismo. Una gran actriz cuya interpretación es victima de un casting repetitivo con culpas repartidas tanto para ella como para la producción.
Es una caricaturesca odisea basada en hechos reales que siempre tiene clara su prioridad de entretener, al mismo tiempo que intenta hacer malabares para mantener serios algunos de los aspectos de la historia real. La visión de McKay es demasiado irregular, pero al mismo tiempo se asegura de hacer lo que podría haber sido una biopic más en una experiencia peculiar y sobretodo entretenida realmente para cualquiera. Lamentablemente aún disponiendo de elementos tan excelentes individualmente, la gran mayoría de las cosas que hace bien terminan ahogadas por las valientes decisiones creativas que no terminan de salir del todo. Es tan imperfecta como fácil de recomendar, uno de esos casos en que hay que agradecer que una película sea demasiado ambiciosa para su propio bien.