La narrativa de Adam McKay es una gran bocanada de aire fresco en Hollywood, si bien viene trabajando hace rato.
Ya fue “un distinto” con las películas de Anchorman y se consagró con la nominada al Oscar The big short (2015), donde encontró un estilo más que atractivo para bajar a tierra y contar una situación económica compleja.
En Vice, utiliza un poco de esa técnica, pero sin irse tanto al extremo. Es más medido. El tema amerita que así sea.
Algo que destaco mucho, es que nos cuentan la historia de un ser despreciable y que no nos hacen quererlo, tal como está de moda últimamente, sino que nos interesemos mucho por su vida.
Sabemos el final de la historia, sabemos sus momentos más importantes, pero nos faltan los detalles y el escrutinio.
Vice se encarga de todo eso y mucho más.
Hay un momento maravilloso en el cual se simula que el film termina. A partir de ahí se avanza de otra manera y se mete en el barro de su vida.
Son en pequeños detalles de guión, y en el fantástico montaje lo que hace la diferencia, y convierten a Vice en una magnífica obra.
En este contexto, Christian Bale brilla. Su transformación física (ayudada por un gran maquillaje) produce un gran magnetismo.
Pero es su gran labor como actor la que opaca cualquier prótesis que puedan ponerle. Inmenso laburo, bien merecedor de todas las nominaciones.
Asimismo, está muy bien acompañado por Steve Carell como Don Rumsfeld, Amy Adams como su esposa Lynne (con escenas memorables), y un muy genial Sam Rockwell como George W. Bush.
McKay saca lo mejor de su gran elenco para ponerlos al servicio de un film por momentos delirante, pero que se hace cargo de su postura y denuncia. (A no perderse la escena post créditos).
Vice es una gran película y su nominación al Oscar como tal es merecida.