Se trata de una película inquietante porque cuenta una historia donde no sucede nada, donde todo lo interesante y trascendente ha ocurrido ya en otro tiempo… lejano e irrecuperable.
Un extraño y solitario hombre, del cual solo conoceremos su nombre, Daniel, llega a una región costera donde vive gente negra. Se refieren a él como “paisa” (hombre blanco). Daniel sabe que está allí nada más que de paso, a lo largo de toda la película intenta buscar una lancha a motor que lo lleve a otro lugar. Existe una lucha callada y ensimismada entre los pobladores originarios y otro “paisa” que procura construir un hotel sobre la playa. Una repetitivo reggaeton rompe con la monotonía y la abulia del lugar…
Sobre esta base, Ruíz Navía construye una narración atrapante, donde el protagonista opta deliberadamente desde el principio por no tomar partido por ninguno de los dos bandos. Al inicio creemos que se convertirá en el héroe positivo que pondrá las cosas en su lugar, pero nada más errado que esto. Daniel, es tan solo el mudo testigo de una rivalidad que pareciera ancestral, entre el hombre blanco y el hombre negro, y en donde la naturaleza y sus riquezas son en parte la esencia misma del conflicto.