El vuelo

Crítica de Alberto Harari - MI CINE - por halbert

"INTERESANTE REGRESO DE ZEMECKIS AL CINE CON ACTORES"

Ya desde “Días sin huella” de Billy Wilder se ha explorado un tema tabú como el alcoholismo. Mucho antes de que ir a “Alcohólicos anónimos” fuese una práctica asumida para los bebedores empedernidos arrepentidos, el tema del vicio de beber no era un tópico al que el cine haya recurrido todo el tiempo. Obviamente luego vinieron gran cantidad de filmes haciendo alusión a esta temática; cabe recordar algunos exponentes cinematográficos como “Adiós a Las Vegas” de Mike Figgis, con el premio Oscar para Nicholas Cage; “Barfly” de Barbet Schroeder, con Mickey Rourke; “Cuando un hombre ama a una mujer” de Luis Mandoki, con Meg Ryan; y más recientemente “Loco corazón” de Scott Cooper, con el merecido Oscar para Jeff Bridges.

La Academia de Hollywood suele tentarse con estos roles, y esta vez le toca a Denzel Washington ser de la partida: está nominado como Mejor Actor en este nuevo filme del creador de “Forrest Gump”, la trilogía de “Volver al futuro” y “Náufrago”, entre tantas otras: Robert Zemeckis.Tras una década dedicado al cine de animación, el director regresa con una honda trama dramática, con un antihéroe que no la pasará nada bien a lo largo del guión que lo tiene como centro.
En este caso, el tema del alcoholismo aparece unido a un hecho catastrófico que tiene lugar arriba de un avión. Whip Whitaker (Washington) es un experimentado piloto al que le gusta beber antes y durante el vuelo comercial que debe pilotear. Por una falla en su avión consigue realizar un milagroso aterrizaje, salvando a casi todos los pasajeros de su vuelo; pero luego del accidente, las investigaciones de rigor irán comprometiendo a Whip que, a pesar de haberse tornado casi en un héroe, se verá convertido en un peligroso chivo expiatorio, y su condición de bebedor no lo ayudará para nada.

El filme tiene un prólogo atrayente: además de presentarnos a Whip, el personaje principal y excluyente del guión de John Gatins, su primera media hora recorre, principalmente, las instancias previas del accidente aéreo que luego se presenta ante nuestros ojos en tiempo real y pone los pelos de punta, haciendo que el espectador se aferre a su asiento como si estuviera a bordo de ese fatídico vuelo.
La labor actoral de Denzel Washington es irreprochable, aunque tampoco sobresale demasiado de su extensa filmografía. Es cierto que el guión (y por ende, la cámara) casi no se aleja nunca de él; salvo en las primeras escenas en que vemos al personaje coprotagónico femenino en la piel de Kelly Reilly, la presencia de Washington es constante y toda la acción avanza con él como protagonista, y ello dota de sustancial peso a su performance.

Sí es de destacar la actuación de Reilly que, con su triste y extenuada mirada delineada de negro, su personaje pide ayuda a gritos, a pesar de su aguda y frágil voz.
El elenco se completa con los correctos Bruce Greenwood, Don Cheadle y Melissa Leo, pero una mención aparte merece el gran John Goodman que, a pesar de tener poquísimas y breves apariciones, cuando asoma es para dar un poco de aire fresco ante tanta densidad dramática, aportando su histrionismo en un rol que, en la vida real, no sería para nada simpático y hasta podría ser comparado con el mismísimo diablo. Sin embargo, Goodman saca las pocas risas que puede provocar esta nueva (e inusual) apuesta de Zemeckis.

Lamentablemente, los últimos 5 minutos se tornan extremadamente moralistas y edificantes, alejados del planteo propuesto a lo largo de los 133 minutos previos, que no le hacen honor a lo sugerente de la propuesta general (de hecho, en el guión original escrito por Gatins, no figuraba este final). Sin embargo no llega a arruinar la película, que logra ser entretenida y nos hace sufrir con los altibajos constantes de su personaje central.