Bienvenido regreso de Robert Zemeckis al cine de acción en vivo, con este thriller dramático que no se queda en la anécdota del género catástrofe. Esta no es una película de la saga Aeropuerto, ni Turbulencia. Es un filme de enorme impacto un drama intimista sobre la autodestrucción de un hombre que pasa de héroe a villano. A pesar de lo ambiguo de su personaje, Denzel Washington, en una de sus mejores interpretaciones, logra que el espectador empatice con él y lo acompañe en un descenso a los infiernos del alma humana, un viaje que corta la respiración.
Además del manejo de los climas y la tensión, la puesta en escena de Zemeckis es soberbia, rodando cada plano justo y necesario para el buen desarrollo de una historia que crece en intensidad a medida que avanza el metraje.
Atrapante, intensa, conmovedora… una gran película.