Un regreso digno pero con altibajos
Con El Vuelo se produce el esperado retorno del consagrado Robert Zemeckis a la dirección de films no animados. Al bueno de Robert lo habíamos dejado en penitencia luego de que nos defraudara con sus últimos trabajos rodados con la técnica de captura de movimiento. Ni El Expreso Polar (2004) ni Beowulf, la leyenda (2007) ni Los Fantasmas de Scrooge (2009) han estado a la altura de un realizador que en los 80 y 90s nos deleitó con algunos de los títulos más emblemáticos del cine estadounidense (¿es necesario recordar cuáles son?). De algún modo es como si Náufrago (2000) fuera la última película que uno recuerda con cierto cariño y respeto. Encaprichado con la animación para Zemeckis la década pasada transcurrió con más pena que gloria. Para colmo su entusiasmo provocó un efecto contagio en su antiguo mentor Steven Spielberg quien asociado con Peter Jackson incursionó en el rubro sin mucho éxito artístico con Las Aventuras de Tintín (está planificada una segunda entrega para el 2015). Lo importante en todo caso es que hay una buena y una mala noticia. La buena es que El Vuelo nos muestra a nuestro admirado Zemeckis en pleno uso de sus capacidades, que no son pocas, para contar una historia con su reconocido pulso narrativo intacto. La mala es que el material escogido es de un interés relativo, al menos para mí, y sufre del síndrome “telefilme de la semana”. El paquetito es lindo, la envoltura también, pero el contenido no genera ninguna emoción en particular. Un avance modesto sería la conclusión más justa.
El director de la trilogía de Volver al Futuro ha logrado reunir a buena parte de su equipo habitual (entre ellos el DF Don Burgess y el compositor Alan Silvestri) y se ha rodeado de un estupendo plantel de actores para plasmar un relato que prioriza el estudio de caracteres y se desentiende de innovar o sorprender desde el plano argumental. El guión de John Gatins toca varias cuerdas del género pero no profundiza mucho en ninguna de ellas: hay algo de cine catástrofe, una innecesaria subtrama romántica con la colorada Kelly Reilly (la inglesita descubierta en Eden Lake), un esbozo de drama familiar, toques de humor y una secuencia final con una audiencia símil juicio que permiten el lucimiento de varios intérpretes secundarios (John Goodman, Don Cheadle, Melissa Leo) y no mucho más. La diversidad de elementos puestos en pantalla no terminan de cohesionar como deberían y estiran una trama cuyo ritmo de a ratos se resiente sin llegar al extremo de aburrir.
En los 25 minutos iniciales tenemos una presentación de alto impacto con el accidente de aviación que dispara el drama concreto del Capitán William “Látigo” Whitaker (un tremendo Denzel Washington): el hombre es adicto a las drogas y un borracho perdido. Que en estado de ebriedad consiga la hazaña de aterrizar de emergencia una nave con más de 100 pasajeros a bordo salvando la vida de casi todos no quita la gravedad de su condición y una alarmante falta de profesionalismo. Por extraño que parezca, aún alcoholizado, Whitaker exhibió recursos notables para pilotear el avión cuando nadie hubiese podido hacerlo ni siquiera estando sobrio. Este ser atormentado que ha perdido a su mujer e hijo debido a sus excesos con la bebida se convierte de la noche a la mañana en una figura mediática ensalzada por propios y extraños. La situación cambia drásticamente cuando se revela la presencia de sustancias prohibidas en los resultados de los análisis de toxicología que le efectúan en el hospital donde se recupera de sus heridas. Aquí entran en juego su amigo del sindicato Charlie (Bruce Greenwood) y el abogado Hugh Lang (Don Cheadle) que interviene para intentar salvarlo del escarnio público y, todavía más importante, de evitar que la Justicia lo condene penalmente. John Goodman, en un rol muy pobre para un actor de su estatura, encarna a un “dealer” cool siempre listo para “ayudar” a Whitaker. Kelly Reilly, por su parte, es Nicole, una heroinómana que el piloto conoce en el hospital y a la que invita a pasar una temporada con él en su granja oculta al escrutinio de la prensa. El último personaje que voy a mencionar es el de la investigadora Ellen Block, un papel que Melissa Leo resuelve con suma autoridad pero que carece de desarrollo. Esta representante de la National Transportation Safety Board (Junta Nacional de Seguridad del Transporte) es, apenas, la amenaza visible para que la película cuente con un antagonista humano. Porque para Witaker hay un solo rival a vencer y es él mismo. Zemeckis narra esta lucha interna con su proverbial solvencia técnica y un buen gusto innegociable para la puesta en escena. Con algunos ajustes más de guión el saldo final sería mucho más satisfactorio. Tal como están las cosas, El Vuelo es un filme menor y correcto con una nominación al Oscar lógica para Denzel Washington y otra para el escritor John Gatins francamente incomprensible.