Viaje de ida
Después de dedicarle diez años al cine de animación (Beowulf, El expreso polar), el legendario Robert Zemeckis vuelve en un film atípico para su carrera. El vuelo narra, literalmente, el ascenso y caída del piloto Whip Whitaker, un adicto a la bebida y otras sustancias que debe recomponer su vida tras un accidente aéreo. Pero solamente en esa escena, bisagra para el desarrollo del personaje (un fantástico Denzel Washington que, si no interfiriera el Lincoln de Daniel Day-Lewis, tendría el Oscar asegurado), Zemeckis vuelca sus más de tres décadas de experiencia y crea una descomunal tensión, con realismo y hasta dosis de humor, que supera cualquier instancia de su filmografía, desde Volver al futuro hasta Forrest Gump. El resto de El vuelo es la lucha interna de Whitaker hasta llegar a su redención, 100% Hollywood, mientras Zemeckis intenta vender un personaje mucho más audaz, con cierta atmósfera tarantinesca (como recurrir a canciones de soul y una brillante escena inicial donde destaca la fotografía de Don Burgess, que recuerdan a Jackie Brown). En ese viaje con moraleja, El vuelo pierde gran parte de su potencial.