Una experiencia religiosa
Gracias a Dios por Robert Zemeckis. Siempre el cine de Zemeckis tuvo una interesante faceta religiosa. Sin embargo, fue a partir de La Muerte le Sienta Bien, donde Zemeckis empieza a incluir en su cine elementos relacionados con las segundas oportunidades, la redención y… los milagros. De acuerdo, el tono era de comedia negra y satírica, pero poco a poco el humor se fue volviendo más serio, y si tenemos en cuenta el lugar que ocupa la religión para Forrest Gump (antihéroe creyente) o la disputa entre creencia divina y ciencia en Contacto, nos vamos dando cuenta que el “tema” destino versus fe, que el azar no existe y todo pasa una razón “misteriosa” forma parte de la ideología del director, que desde Volver a Futuro confía en que los accidentes no existe, e incluso el amor puede ser planeado. Sin embargo, Zemeckis fue interesándose cada vez menos en la ciencia, y más en la fantasía o filosofía más básica. No por nada Naúfrago, no es solo una historia de supervivencia, sino una lección moral sobre nunca perder la fe ni la esperanza.
Después vino la trilogía “caption motion” que posiblemente, se haya tratado del mayor paso en falso de su director, donde las convicciones religiosas de Zemeckis se confirman con dos cuentos que celebran los íconos navideños en gran expresión (El Expreso Polar, Los Fantasmas de Scrooge) y una tercera obra, donde los protagonistas – a pesar de ser escandinavos – se guían por los dioses (Beowulf). No es que yo rechacé el “caption motion” de Zemeckis, de hecho las tres películas, especialmente Beowulf, me han gustado bastante. Pero lo cierto, es que eran obras que el mismo director con actores de carne y huesos, hubiese convertido en películas mucho más vívidas y menos artificiales. Quedó claro tras el fracaso de Marte Necesita Mamás, que es una tecnología a la que todavía le falta desarrollarse mejor. Es necesario que los personajes respiren un poco más. Aún así, si todavía le tengo fe a esta herramienta audiovisual es gracias a Las Aventuras de Tintín y el sabio uso que supieron darle Spielberg/Jackson para la adaptación de las novelas de Hergé.
Volviendo a Zemeckis, el estreno de El Vuelo nos muestra el perfil más evangelista del realizador. Seguramente el guión de John Gatins en manos de otro director se hubiese convertido en una película para televisión más o en esas obras financiadas por la Iglesia Universal (como la saga Left Behind con Kirk Cameron). O sea, el elemento eclesiástico está presente en toda la obra. Teniendo en cuenta las convicciones religiosas de su protagonista, Denzel Washington, no quedan dudas porque eligió este proyecto. Se trata de una historia que condena todo tipo de vicio (llámese alcohol, marihuana, cocaína, heroína, sexo promiscuo) de la forma más obvio y didáctica posible. Acaso la inteligencia de Zemeckis es que esto esté escondido, tenga una sutil inferencia. Pero si nos fijamos en los detalles, no es en realidad la gran habilidad del protagonista lo que lo salva de morir, sino en el hecho de que cada vez que está en peligro hay una “intervención” divina, llámese el rezo de algún compañero, un “Dios mío” librado supuestamente al azar, o la presencia de alguna iglesia o panfleto evangelista. Son detalles que construyen el mensaje subliminal de la historia. Para salvarse, es necesario tener fe y creer.
Claro, que un maestro de la narración como Zemeckis hace magia, pilotea la trama, le da ritmo, suspenso, intriga, incorpora numerosos elementos humorísticos (prestar mucha atención al “dealer” de John Goodman, pensar que representa a partir del tema que su director elige para presentarlo en escena, acá la sutileza ya no existe).
El Vuelo – ya su título tiene una metáfora evangelista – es una película intensa, atrapante, que conmueve gracias a que detrás de cámara se ubica un autor, un hombre que ha sabido entretenernos como los mejores cineastas de la década clásica, ocultando sus convicciones con inteligentes símbolos visuales. Zemeckis siempre fue un detallista de la puesta en escena y sabe como incorporar la redención de manera que sea parte de la coherencia del film y no como un simple panfleto. Pero esto no oculta que lo sea. Hay numerosos puntos en común entre los personajes del El Vuelo y Forrest Gump o Naúfrago. Especialmente, las analogías entre Nicole y Jenny. No solamente porque ambas sean adictas, sino incluso en la forma en que irrumpen y salen constantemente de la vida del protagonista.
Aun con sus golpes bajos, sentimentalismo más clásico y moralina mediante, El Vuelo, es también una película que confirma el talento de su realizador para llevar adelante una historia con transparencia e inteligencia. Las soberbias actuaciones de un convincente Denzel Washington, demostrando su versatilidad para hacer creíbles las situaciones más críticas del personaje, la siempre maravillosa y sensible Kelly Reilly (ver Eden Lake) acompañados por grandes secundones con Bruce Greenwood, Don Cheadle, Melissa Leo (en una pequeña pero esencial participación) y el gran John Goodman poniendo la cuota de humor, consiguen un película destacable, más allá del mensaje y la propaganda religiosa subliminal.
Bienvenido Zemeckis, nuevamente, en la tierra de los mortales.