Esta película tiene mucho para llamar la atención. Con un tratamiento visual, una manera de filmar destinos corales que hacen que el espectador tenga la ilusión de estar viendo un documental soberbio. Pero es una ficción poderosa. Trapero en eso es inigualable, sabe cómo tratar y retratar lo que ocurre en una villa, sin banalizar la pobreza, en la dosis, dolorosa, inapelable de la realidad. Lo que aquí se muestra es tan contundente que duele. Puede que uno se quede con las ganas de un mayor desarrollo del personaje de Darín, como siempre preciso, talentoso. A la altura, Martina Guzmán y Jeremy Renier. Pero es tan potente el marco y lo coral que el deslumbramiento es inevitable. Tendrá un buen destino de apoyo popular. Lo merece.