Ayúdame a vivir para ellos
Julián (Ricardo Darin) es un cura que está a cargo de la parroquia de una villa de Buenos Aires, y decide traer a trabajar con él a su amigo Nicolás (Jeremie Renier), un cura que acaba de vivir una tragedia en una misión del Amazonas. Luciana (Martina Gusman) es una asistente social, que junto con ellos tiene que lidiar con los problemas del barrio: el narcotráfico, los abusos policiales, y un enorme proyecto habitacional -que fue comenzado y abandonado por varios gobiernos-, los fondos del estado y del obispado que nunca llegan, y el enojo de la gente que solo los tiene a ellos para reclamar.
Como en otras películas de Trapero, acá lo principal es la cercanía con la que muestra esta historia, nos mete ahí adentro, en esos pasillos que ahogan, donde llueve y el agua parece no irse nunca, nos muestra esa realidad sin filtros y sin exageraciones. La gente de la villa no habla con modismos de villero de serie de televisión, esta ahí resolviendo su vida, en el día a día.
No estamos ante la historia de tres heroicos idealistas, sino de tres personas que eligieron estar ahí, y que saben que mucho no va a cambiar pero la pelean todos los días, ayudan a la gente a construir sus propias casas, tienen grupos para ayudar a adictos al paco, y siempre hay alguien pidiéndoles ayuda.
Son humanos, y son reales, por eso vemos que Julián está cansado, que no duda de su fe, pero simplemente está cansado. Nicolás a veces se siente exedido por todo lo que tiene alrededor y le cuesta acatar ordenes y limitarse solo a estar en la parroquia, y Luciana se esfuerza todo el tiempo, le importa lo que hace, siempre está ayudando, pero también está cansada.
La película muestra lo cotidiano de estos tres personajes, lo que les pasa durante el día, no pretende explicar nada más, ni desarrollar todos los temas que pasan por el costado, y que forman parte de esa realidad; los narcos, la policía, el rol del estado, el de la iglesia, y la obra de Mujica, que aparece como referente de los curas. Todo eso es parte de la realidad de quienes habitan la villa, y un poco de todo esto es que lo viven los personajes, con lo que cuentan, contra lo que pelean.
Las relaciones entre los tres fluyen con naturalidad, la relación entre Nicolás y Luciana surge naturalmente y no es de ninguna manera el nudo de la película, que en ningún momento parece interesada en centrarse en alguna cuestión de fe puesta en duda. El contexto es tan interesante que por momentos parece tomar más protagonismo que la historia en sí.
"Elefante Blanco" está, por suerte, muy lejos de mostrar la villa como la vemos en los noticieros, y nos obliga a mirarla de cerca, nos la muestra de frente. Las escenas de violencia o drama no son exageradas, ni se recurre demasiado a ellas, como si fueran lo único que puede pasar en una villa. La violencia es parte de lo cotidiano, y es así como esta mostrada por más duro que resulte.
Técnicamente la película es excelente, la fotografía, los planos aéreos de la villa, la forma en que nuestros ojos llegan hasta ahí. Trapero contó esta vez con más recursos, y los ha sabido utilizar muy bien.
Las actuaciones están a la altura de la película, son brillantes, principalmente son creíbles y reales, y transmiten sin excesos todas las emociones que les pasan por el cuerpo a estos personajes, que son muchas y complejas. Se destaca Jeremie Renier, como el cura gringo, que tiene que tratar de entender donde está, cuales son sus limitaciones, y que hacer con todo aquello que lo desborda. Son también imprescindibles las actuaciones de los personajes secundarios, habitantes de la villa, que aportan credibilidad y enriquecen la historia.
La película que va mas allá del impacto que pueden causar sus imágenes, es un pedazo de realidad visto desde los ojos de tres personas diferentes, pero lo principal es que quieren ayudar, y están ahí para eso, por mas duro que sea.