Otra vez Pablo Trapero viene a inyectarnos directamente en el lóbulo frontal una dosis sin diluir de malvenida realidad. Para evitar preambulos, bien podríamos estar ante la mejor película argentina de los últimos 10 años. “Elefante Blanco” es una patada en el pecho para quienes nacimos en este bendito país y al mismo tiempo un excelente ejercicio denuncista. Un reflejo sin distorsiones de la Argentina contemporánea, de sus instituciones, de sus hombres y mujeres. Los rasgos identitarios de la cultura villera fluyen a través del lente de un director audaz y comprometido que logra un producto final tan filoso como necesario gracias a un guión sólido, descarnado y contundente.